Capítulo 2: A natureza da alma do mundo e sua atividade
1-9. A alma é a fonte da vida e do movimento de todas as coisas
10-27. de que maneira a alma provê a vida a todas as coisas?
27-42. A alma cerca o mundo inteiro e o anima estando presente em tudo ao mesmo tempo; ela introduz em todos os seres vivos um elemento divino.
42-51. A alma individual é “do mesmo gênero” que a alma do mundo, eis porque toda alma é mais digna de honra que tudo aquilo que é corporal.
Traducción del griego por José Antonio Migues
2. Toda alma deberá proponerse en primer lugar: ¿cómo es realmente ella misma, que creó todos los animales y les dio un soplo de vida, esos animales (decimos) que alimentan a la tierra y el mar, o cuantos se encuentran en el aire, en el cielo y en los astros divinos? Porque es claro que a ella se debe el sol y la inmensidad del cielo, y es ella también la que puso orden en estos seres, dotándolos de un movimiento de rotación1. Pero el alma, sin embargo, dispone de una naturaleza diferente a la de los seres que ordena, mueve y hace vivir. Es necesario, por tanto, que tenga mucho más valor que ellos, ya que estos seres nacen y perecen y cuando el alma les da la vida y les destruye, y ella, en cambio, existe siempre por cuanto no se abandona nunca a si misma2. Y en lo relativo al modo de proporcionar la vida al universo y a cada uno de los seres, el alma deberá razonar así: ella, que es un alma, y nada pequeña, por cierto, si es digna de verificar este examen y de liberarse del engaño y la seducción a que se ven sujetas las otras almas, en virtud de su tranquilidad natural, habrá de dirigir su atención a esa gran alma universal. Supondrá que se da el reposo en el cuerpo que la rodea y que no sólo se apacigua su movimiento, sino que el reposo se extiende en su derredor; esto es, que se encuentran en reposo la tierra, el mar, el aire y el mismo cielo, que es superior a los otros elementos3. Tendrá que imaginar para este cielo inmóvil un alma que le viene de fuera y que penetra y se vierte en él, inundándole e iluminándole por todas partes; porque lo mismo que los rayos del sol iluminan una nube oscura y la llenan de luz hasta hacer que parezca dorada, así también el alma que penetra en el cuerpo da a éste la vida y la inmortalidad y le despierta de su reposo. Movido el cielo con un movimiento eterno y por un alma que le conduce inteligentemente, se convierte en un animal feliz que obtiene así su dignidad del alma establecida en él4. Antes de esto no era realmente más que un cuerpo sin vida, tierra y agua, o mejor una materia oscura y un no-ser, “odiado por los dioses” como alguien dice5.
El poder y la naturaleza del alma se harán todavía más claros y más evidentes si la imaginamos envolviendo y conduciendo el cielo a medida de su voluntad. Porque se entrega a él en toda su extensión, y todos sus intervalos, grandes y pequeños, se ven animados por ella. Tratándose de cuerpos, éstos no podrán encontrarse juntos, y uno ha de estar aquí y otro ha de estar allá, pero siempre separados entre sí por más que se hallen en lugares contrarios. Con el alma, en cambio, no acontece lo mismo, porque el alma, se divide para animar con cada una de sus partes cada del cuerpo, sino que, a la inversa, todas las partes obtienen su vida por la totalidad del alma, la cual se encuentra presente dondequiera que sea, en semejanza, por su unidad y su omnipresencia, con el padre que le dio el ser6. El cielo, que es múltiple y cuenta con diversas partes, adquiere unidad por el poder de esta alma, que hace que este mundo se convierta en un dios7. Y otro tanto ocurre con el sol, en su condición de ser animado, e igualmente con los demás astros, e incluso con nosotros, si somos partícipes algo divino: “porque los cadáveres deben ser más rechazados que la basura misma”8. No obstante, la causa por la que los dioses son realmente dioses es necesariamente anterior a ellos. Y nuestra alma se ofrece semejante al alma de los dioses hasta el punto de que, cuando se la considera en estado de pureza y sin el añadido que ella recibe, se la estima de igual valor que el alma del mundo y de mucho más valor que todos los seres corpóreos9. Porque todos ellos son terrestres, ya que si fuesen fuego, ¿qué es lo que podría inflamarlos? Lo mismo diríamos de los compuestos de estos dos elementos, aún en el caso de añadirles el agua y el aire. Siendo así que lo que perseguimos es el ser animado, ¿por qué olvidamos de nosotros mismos y buscar un ser que no somos nosotros?. Sí amas el alma que se da en otro, ámate con mayor razón a ti mismo.
Plotino se inspira en el Fedro, 245 e. Dícese en este texto platónico: “El preciso, en primer término, comprender la verdad sobre la naturaleza del alma, tanto divina como humana, viendo sus afecciones y operaciones. El principio de la demostración es el siguiente: toda alma es inmortal; pues aquello que se mueve a si mismo es inmortal, mientras que lo que mueve a otro, al tener un fin de su movimiento, tiene también un fin de su vida”. ↩
Es lo que se afirma también en el Fedro, 245 c-d: “Sólo lo que se mueve a sí mismo, en cuanto no se abandona a sí mismo, jamás cesa de moverse y además es fuente y principio de movimiento para todo lo demás que se mueve ↩
Cf. Homero, Ilíada, 7, 112 y 17, 694. ↩
Dice Sócrates en La República, 611 e: “Cómo es el alma en realidad no se hace patente por la contemplación de su convivencia en el cuerpo y con otros males, tal como ahora la vemos; conviene, por el contrario, percibirla atentamente con el entendimiento y en su prístina pureza, porque sólo así parecerá mucho más hermosa y resplandecerá nítidamente la obra de la justicia y todo lo demás que tratábamos hace poco”. ↩