4. Pero también nosotros alcanzamos la categoría de reyes cuando seguimos las huellas de la Inteligencia. Lo cual puede ocurrir de dos maneras: porque, o bien por sus mismos caracteres, que son como leyes escritas en nosotros, nos llenamos plenamente de ella, o bien podemos llegar a verla y a sentirla presente en nosotros. Entonces sí que nos conocemos a nosotros mismos, ya que con esta visión aprendemos todas las demás cosas. O acaso aprendemos a conocer el poder que conoce este objeto inteligible, valiéndonos para ello de este poder o haciéndonos, incluso, este poder mismo. De modo que se da un doble conocimiento de sí mismo, esto es: o se conoce la naturaleza de la razón discursiva del alma, o realmente se la sobrepasa, conociéndose uno así mismo como ser parejo de la Inteligencia. Pero quien así se conoce no lo hace ya como hombre, sino más bien como un ser completamente diferente que se ha elevado hasta lo alto arrastrando tan sólo consigo la parte superior del alma, que es la única que puede volar hasta el pensamiento para hacer confesión de lo que ha visto .
¿Diremos que la razón discursiva no se conoce a sí misma y que, por el contrario, está hecha para comprender las cosas exteriores y para formular sus juicios de acuerdo con reglas que tiene en sí misma, provenientes de la Inteligencia, e igualmente, que hay algo mejor que ella, que no necesita buscar la verdad porque la posee desde siempre? ¿Se trata, pues, de algo que no conoce lo que es, pero que conoce, en cambio, cuáles son sus cualidades y sus actos? Porque si nos dice que proviene de la Inteligencia, que ocupa el segundo lugar después de ella y que es a la vez una imagen suya, que contiene en sí misma todos sus caracteres a la manera como los grabó el supremo escribano, ¿podrá verdaderamente detenerse aquí, luego de conocerse a sí misma de este modo? ¿Y qué ocurrirá entonces: nos valdremos de otra facultad para conocer a la Inteligencia que se conoce a sí misma, o participaremos realmente en ella, en esa inteligencia que hay entre nosotros y que nosotros somos, para conocer de hecho a la Inteligencia y conocemos, a la vez, nosotros mismos? Necesariamente tendrá que ser así, puesto que nosotros estamos en condiciones de conocer lo que en la Inteligencia se conoce a sí mismo. Y, en tal sentido, nos convertimos nosotros mismos en Inteligencia, dejando a un lado todo lo demás para verla a ella por sí misma, o mejor, para vernos a nosotros mismos. Nos vemos, por tanto, como la Inteligencia se ve a sí misma.