Enéada V, 5, 3 — O Intelecto é um segundo deus e vem do primeiro deus

3. Henos aquí, por tanto, ante esa naturaleza única, la Inteligencia, que es la totalidad de los seres y la verdad. Naturaleza única que es un gran dios, y mejor todavía, no un dios determinado, sino el dios universal que juzga digno el ser todas las cosas. Esta naturaleza es Dios, pero un dios de segundo rango, que se manifiesta con anterioridad al Primero y antes, incluso, de que veamos a Aquél. El Dios mas alto asienta y se mantiene sobre ella como sobre un bello trono, que aparece dependiente de El. Y, cuando avanza, no lo hace sobre un ser inanimado, y ni siquiera inmediatamente sobre el alma, sino que, delante de El ha de encontrar un ser extraordinariamente bello, al modo como, delante del gran rey y a manera de escolta, se sitúan primero los personajes inferiores, luego los hombres de más alta dignidad y, ya por último, los que están más próximos al rey y los que, después de él, reciben los máximos honores. A continuación de estos hombres se destaca la figura del gran rey, que es objeto de la súplica y la veneración de todos aquellos que no decidieron retirarse dándose cumplidamente por contentos con haber contemplado su escolta. Aquí, realmente, uno es el rey, y los otros muy distintos los que marchan delante de él. Y, con todo, el rey de que hablamos no ejerce poder sobre súbditos extraños, sino que tiene la soberanía más justa y la más adecuada a la naturaleza. Tiene, en efecto la realeza verdadera, porque es el rey de la verdad, que domina por naturaleza a todos los seres que ha engendrado y que alcanzan la condición de dioses. Con razón podrá llamársele rey de reyes y padre de los dioses. Zeus constituye entre nosotros una imitación suya, puesto que no se ha mantenido en la contemplación de su padre, sino que se ha unido al acto por el que su abuelo ha establecido el ser.