6. Dígase, pues, sobre esto lo que se quiera. Porque esencia que proviene del Uno es forma, y no se puede firmar otra cosa del Uno sino que engendra una forma; pero no se trata de una forma determinada, sino de la forma Universal, que no deja en pos de sí ninguna otra forma, ya que es necesario que el Uno no posea forma. Al no poseer forma, tampoco es esencia, porque la esencia debe ser algo, esto e s, un ser determinado. Pero, en verdad, no se puede aprehender el Uno como si fuese algo, porque entonces ya no sería el principio, sino ese ser del que se habla. Si, pues, en el ser engendrado se contienen todas las cosas, ¿por cuál de ellas designaríais el Uno? Porque, no siendo ninguna de las cosas, únicamente podría decirse que está más allá de ellas. Pero estas cosas son los seres y el ser, lo cual quiere decir que está más allá del ser. Con lo cual no se quiere indicar que sea algo determinado — porque nada se afirma de El —, sino que se dice su nombre, expresando tan sólo lo que no es. Pero, con esto, no se le abarca en modo alguno y sería ridículo tratar de abarcar una naturaleza tan inmensa como la suya. Querer hacerlo es como alejarse del camino que nos conduce a la débil huella que tenemos de El. Pues, del mismo modo que si queremos contemplar la naturaleza inteligible no hemos de poseer ninguna imagen de las cosas sensibles y dirigirnos en cambio a lo que se encuentra más allá de lo sensible, de igual manera si queremos contemplar lo que está más allá de lo inteligible, hemos de prescindir de todo lo inteligible; porque se conoce su existencia gracias a lo inteligible, pero para conocer lo que El es hemos de dejar a un lado lo inteligible. Su cualidad no se aparece porque no la tiene, y es necesario que así sea porque no se podría decir lo que es. De tal modo que sumimos en nuestra propia perplejidad respecto a lo que hemos de decir, hablando de algo que es inefable y de alguna manera para que se nos muestre a nosotros mismos en la medida en que esto es posible. Pues, el nombre Uno sólo indica negación con respecto a la multiplicidad; de ahí que los pitagóricos lo designasen entre ellos, simbólicamente, con el nombre de Apolo, como negación que es de la pluralidad. Si la palabra uno y la cosa que designa tuviesen algún sentido, todavía se nos mostraría menos claro que si careciese de nombre. Porque hablamos del Uno para comenzar la investigación con aquello que encierra más simplicidad, aunque finalmente hayamos de negarle este mismo atributo, que no es más digno que los demás para designar una naturaleza que no puede ser aprehendida por el oído ni por aquel que escucha su nombre, sino tan sólo por el que ve. Pero aun el que ve, si quisiese contemplar su forma, no podría llegar a hacerlo.