2. Contamos, pues, con dos seres pensantes, de un lado ser pensante primitivo, y de otro el ser pensante diferente a aquél. En cuanto al ser que está más allá del ser pensante primitivo, no es ya un ser que piensa, porque para pensar se necesita una inteligencia con la que se piense, y, por añadidura, que esta misma inteligencia posea un objeto inteligible. Además, si se trata del ser pensante primitivo, tal inteligencia poseerá ese objeto en sí misma. Si se trata de algo enteramente inteligible, no es necesario que posea en sí mismo una inteligencia que piense, ni tampoco que sea un ser que piensa; porque, si así fuese, ya no sería tan sólo un ser inteligible, sino también un ser que piensa, y no sería igualmente un ser primero, puesto que sería doble.
Ahora bien, la inteligencia que posee un objeto inteligible no podría realmente existir de no existir también una esencia puramente inteligible; quiere decirse, una esencia inteligible por su relación con la Inteligencia, aunque, en sí misma, no tenga que ser ni un ser primitivamente inteligible ni un ser que piensa. Porque no es objeto inteligible sino por el hecho de que ha de aprehenderla la Inteligencia para no caer así en el vacío, caso de que no tuviese un objeto inteligible que pensase captar y aprehender. Pues, claro que la Inteligencia no podría pensar de no poseer un objeto inteligible, ya que es más perfecta cuando lo posee. Conviene, sin embargo, que este objeto sea perfecto por sí mismo y antes de que se lo piense. Si es así, nada le añade el pensar, ni tiene necesidad de que el pensamiento exista, dado que se basta a sí mismo. Esto es, en definitiva, no piensa. Con lo cual habrá algo que no piensa, un ser pensante primitivo y un ser pensante de segundo género. Si, por otra parte, el ser primitivo pensase, en algo recaería su pensamiento. No sería, pues, el ser primero, sino el segundo. Ni sería uno, sino que sería múltiple y pensaría en sí todas cuantas cosas existen; porque, si sólo se piensa a sí mismo, tiene que ser múltiple.