Enéada V, 6, 5 — Relações da intelecção do ser e do desejo do Bem

5. Y aún más: lo que es múltiple se busca a sí mismo para reunirse y obtener de sí mismo una percepción de conjunto. Pero, ¿cómo podría tender hacia sí mismo lo que absolutamente uno? ¿Cómo podría tener necesidad de percepción de tal naturaleza? Más, lo que es superior a percepción total es también superior al pensamiento. Porque el pensar no es algo primero, ni en cuanto a la existencia ni en cuanto a la dignidad de que goza; al contrario, ocupa el segundo lugar y existe, precisamente, porque el Bien le trae a la existencia y, una vez en ella, le mueve hacia sí mismo. Es en esta situación cuando el pensamiento ve. Pensar es, pues, tender hacia el Bien y desearlo. Porque el deseo engendra el pensamiento y hace que exista con él; así, por ejemplo, el deseo de ver produce la visión.

No hay nada, por tanto, en lo que el Bien pueda pensar; no hay otra cosa que no sea su propio bien. Lo que llamamos el pensamiento de sí mismo se dará, pues, en un ser diferente del Bien, esto es, en un ser que se parece al Bien porque posee una imagen de El y porque el Bien es su deseo y el recurso de su imaginación. Y, si esto es así, así tendrá que ser siempre. Porque sólo en el pensamiento del Bien se piensa accidentalmente a sí mismo, ya que es mirando al Bien como, en efecto, se piensa a sí mismo. Su mismo acto le hace pensar en sí mismo, ya que todo acto tiende naturalmente hacia el Bien.