Enéada V, 8, 8 — O inteligível é a beleza perfeita

8. Si se trata, pues, de una belleza primera, que lo abarca todo y en todas sus partes, para que no haya ni una parte que se encuentre privada de la belleza, ¿quién podrá decir de este principio no es bello? Porque no es algo que no constituya el mismo todo, sino que, o participa en ese todo o no tiene participación en él. En cualquier caso, si él no es ¿quién entonces podrá serlo? Pues es claro que lo que está antes de él no desea en modo alguno ser bello; él, en cambio, que se ofrece como la primera realidad a la contemplación, es una forma y un objeto a contemplar, algo, en fin, resulta digno de ser visto. Por lo que, Platón, queriendo mostrar esto de una manera suficientemente clara para nosotros, hace aparecer al demiurgo como satisfecho con su obra, pretendiendo mostrar así cuán envidiable se ofrece la belleza del modelo y de la idea. Puesto que, cuando se admira una cosa realizada según su modelo, la admiración se transporta al objeto según el cual se ha realizado la obra. Sin embargo, el que no se sepa lo que ocurre, nada tiene de sorprendente; los seres que se aman y, en general, cuantos sienten admiración por la belleza sensible, desconocen que es por su modelo por quien la aman; porque esto es, ciertamente, lo que ocurre. En cuanto a que la expresión “quedó satisfecho” se refiere sin duda al modelo, lo prueba deliberadamente lo que se deduce del texto (platónico), porque dice: quedó satisfecho y quiso hacer esta obra aún más semejante a su modelo” . Y muestra en verdad cuál es la belleza del modelo al decir que su obra es bella porque proviene de él y se presenta además como su imagen. Porque si este modelo no fuese la belleza suma, dotada de una hermosura extraordinaria, ¿existiría algo más hermoso que el mundo que nosotros vemos? De ahí que no estén en lo justo quienes le dirigen sus reproches, salvo en el caso de no considerarlo como modelo.