Enéada VI, 7, 20 — Em qual sentido o Bem é um objeto de desejo para a alma?

20. Como ya no confiamos en los deseos para determinar la esencia y la cualidad del bien, ¿debemos acudir al juicio y a las oposiciones cualitativas que ofrecen las cosas, como orden y desorden, proporción y desproporción, salud y enfermedad, forma y falta de ella, esencia y disolución y, en general, persistencia y desaparición? ¿Quién podría dudar que el primer término de cada pareja no se encuentre en la especie del bien? Si así es, colocaremos necesariamente del lado del bien las causas que producen estas cualidades. Quedarán, pues, incluidas en la especie del bien la inteligencia, la vida y el alma, o cuando menos el alma que tiene conciencia de sí misma; también, claro está, todo lo que esta alma desea.

¿Por qué, dirá alguien, no hemos de detenernos en la Inteligencia y proponerla ya como si fuese el Bien? Pues el alma y la vida son huellas de la inteligencia y el alma tiende a ella por su deseo. El alma juzga y desea a la Inteligencia; juzga, por ejemplo, que la justicia es mejor que la injusticia y que cada especie de virtudes es mejor que la especie correspondiente de vicios; y acontece con esto que aquello por lo que tiene predilección es lo que precisamente escoge. Si el alma sólo aspirase a la Inteligencia habría necesidad de un razonamiento más prolijo para mostrar que la inteligencia no es el término final y que no todo ser aspira a ella, en tanto sí aspira al Bien. Los seres que no poseen inteligencia no se preocupan en modo alguno por poseerla, y los que la poseen no se detienen aquí sino que tratan todavía de encontrar el Bien. Aspiran a la inteligencia racionalmente, pero al Bien ya antes de hacer uso de la razón. Si es verdad que el alma desea vivir, existir y actuar siempre, la inteligencia no podrá ser el objeto de su deseo como tal inteligencia sino en su calidad de bien, que proviene del Bien y lleva hacia el Bien. Y lo mismo se diría de la vida1.


  1. Consúltese para todo esto, Fedro, 251 c, y siguientes. 

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