21. ¿Cuál es, por tanto, el carácter único en todas estas cosas y que hace que cada una de ellas sea un bien”? Tengamos el atrevimiento de decirlo: la Inteligencia y la vida del mundo inteligible tienen la forma del Bien, y son por ello, por poseer esta forma, objeto del deseo. Digo que tienen la forma del Bien dando a entender que la vida es el acto del Bien, o mejor todavía, un acto que proviene del Bien. La Inteligencia es este acto cuando ha recibido un límite.
La vida y la inteligencia están en sí mismas ahitas de claridad. Son buscadas por el alma porque el alma proviene de ellas y tiende hacia ellas como a algo propio, pero no porque sean bienes. Si, por otra parte, poseen la forma del bien, razón de más para no desdeñarlas. Lo bueno para un objeto es ser propio del alma; porque si no es un bien, el alma huye de él, y ocurre incluso que el alma se deje llevar hacia objetos alejados de los suyos propios e inferiores a ellos. Entonces, el amor vehemente que el alma siente por estos objetos no se justifica sólo con su ser sino por la adición de algo que les viene del Bien. Al igual que la luz mezclada a la sustancia de los cuerpos necesita de otra luz para hacerse visible, así también los seres inteligibles, por mucha luz que se dé en ellos, precisan todavía de una luz superior para poder presentarse ante sí mismos y ante los demás.