36. Todo lo demás está perfectamente claro y ya se ha dicho bastante sobre ello. Sin embargo, convendrá hablar todavía un poco partiendo del lugar en que nos encontramos y siguiendo el curso de nuestro razonamiento. El conocimiento o el contacto del Bien son lo más grande que podemos alcanzar; dice (Platón) que se trata del conocimiento más alto, entendiendo por ello no la visión misma del Bien, sino el conocimiento que la precede1. Las analogías, las negaciones, el conocimiento de los seres que salen de El, la escala que presentan nos adoctrinan sobre el Bien; pero dirigen nuestro camino basta El nuestras propias purificaciones, nuestras virtudes y nuestras disposiciones que nos permiten establecernos y residir en lo inteligible a la vez que regalarnos con todo lo que allí hay. Es así como llegamos a contemplarnos a nosotros mismos y a las otras cosas y como nos convertimos en objeto de contemplación. Somos ya esencia, inteligencia y ser vivo total que no ve en modo alguno el bien externo. He aquí un estado en el que nos hallamos cerca del Bien y El a distancia inmediata. El Bien se encuentra próximo, extendiendo su luz sobre la región inteligible. Y es entonces cuando abandonamos todo conocimiento racional, llevados como niños hasta la morada de lo bello. Hasta allí se extiende el pensamiento, transportado por la ola de la inteligencia y elevado a tal altura por su flujo que permite ver repentinamente sin que podamos siquiera explicárnoslo. En esa contemplación, que es un llenarse de luz, no hacemos que los ojos vean un objeto diferente; lo que ellos ven no es otra cosa que la luz misma. No existe, pues, la distinción entre el objeto que se ve y la luz que nos lo ofrece, como no hay igualmente una inteligencia y un objeto pensado, sino una luz que engendra ambas cosas y hace que existan por debajo de ella. Esa luz da origen a la Inteligencia y no se extingue por el hecho de engendrarla. Al contrario, permanece tal cual es y engendra precisamente por cuanto ella es en sí misma. Si esta permanencia no tuviese lugar, tampoco existiría lo que esa luz produce.
Enéada VI, 7, 36 — Posição do problema: pode-se dizer que o Bem pensa?
- Enéada VI, 7, 29 — O Bem procura uma forma de prazer
- Enéada VI, 7, 3 — As formas e as sensações
- Enéada VI, 7, 30 — Mistura de prazer e inteligência
- Enéada VI, 7, 31 — A subida da alma para o Bem
- Enéada VI, 7, 32 — A alma se dirige para o que é desprovido de forma
- Enéada VI, 7, 33 — O desprovido de forma como fonte da beleza
- Enéada VI, 7, 34 — Além do Intelecto, a alma realiza a união com ela mesma
- Enéada VI, 7, 35 — Indo além do Intelecto, a alma reencontra seu princípio
- Enéada VI, 7, 36 — Posição do problema: pode-se dizer que o Bem pensa?
- Enéada VI, 7, 37 — Exame e refutação da doutrina aristotélica de um Intelecto primeiro