Enéada VI,8,8 — A impotência do discurso relativo ao Bem

Capítulo 8: A impotência do discurso relativo ao Bem
1-3: Método para definir o que é a liberdade “em si”
4-23: A via negativa para o princípio: recensão de todas as expressões que se deve renunciar a aplicar ao Bem
23-27: Interrogação sobre o advento acidental do Bem e começo da refutação desta hipótese.


8. Observamos, por tanto, claramente que la libertad no constituye un accidente para el Bien; pero para eso hemos partido de la libertad que sé encuentra en los otros seres y hemos privado a Aquél de los contrarios, con lo cual se nos queda en sí mismo y referido a sí mismo. Es cierto que transferimos al Bien atributos inferiores y de seres que están por debajo de El, pero ello se explica porque no podemos afirmar lo que conviene decir de El, y ésa es la única manera de poder considerarle.

No encontraríamos desde luego palabras apropiadas para tratar del Bien, no ya para hablar según lo que es, sino para referimos simplemente a El. Porque todas las cosas, incluso las más hermosas y venerables, son posteriores al Bien. El es el principio de estas mismas cosas, aunque en otro sentido no quepa conceptuarlo como principio. Habrá, pues, que ponerle aparte de todas las cosas, sin mentar para nada la dependencia de éstas y el hecho de la libertad; ya que parece indudable que se enuncia así un acto relativo a otro ser y se supone además otros seres que no son el ser libre y sobre los cuales actúa éste sin obstáculo alguno. Conviene, por el contrario, que el Bien no tenga relación con nada. Porque El es lo que es antes de que exista ningún otro ser. Y aun deberíamos suprimir esa coletilla, El es, para prescindir igualmente de toda relación con cualquier otro ser. Ni seria apropiado seguir hablando de El según su naturaleza, porque esto se dice sólo de lo que es posterior a El y, si se aplica a los seres inteligibles, lo es por provenir de otro ser. De modo que cuando hablamos en este sentido de los seres inteligibles, es porque los pensamos provenientes de Aquél. Ahora bien, si referimos la palabra naturaleza a los seres incursos en el tiempo, ya no deberemos aplicar esta palabra al ser inteligible.

Tampoco se debería decir de El que no depende de la naturaleza. Porque es claro que ya le hemos privado del ser y el afirmar ahora que no depende de la naturaleza supone el que provenga de otro ser. ¿Surge entonces por accidente? No, tampoco podemos decir esto, puesto que El no es accidente de sí mismo ni accidente con relación a otro ser. Lo que ocurre accidentalmente hay que referirlo a los seres múltiples, que disfrutan ya de ciertas propiedades a las que se añaden otras de una manera accidental. ¿Cómo imaginarse el Primer ser de resultas de un hecho análogo? No ha venido a la existencia para que nosotros le preguntemos “cómo ha surgido” o “por qué clase de azar ha tenido que existir”. Pues es evidente que no se da aquí, cuando menos, azar ni casualidad; la casualidad supone el encuentro con otro ser y solo tiene lugar en las cosas engendradas.