Fraile: Ficino

Excertos de Guillermo Fraile, HISTORIA DE LA FILOSOFIA

Es inexacto, e injusto, presentar a Ficino como un pagano e incrédulo solapado (Así lo presenta el abate Gaume, La Revolution. Recherches Historiques sur l’origine et la propagation da mal en Europe depuis la Renaissance jusqu’à nos jours (París 1856-1857). Traducción española por don José María Puga y Martínez (Madrid 1856) 1 c. 14 p.423). Ciertamente pasó una crisis religiosa que duró unos diez años, pero una vez superada fue un sacerdote ejemplar. Su De religione christiana (1474-77) es una apología del cristianismo anterior al Triumphus crucis de Savonarola (1497). Tiene el mérito de haber reaccionado a la vez contra el humanismo, que derivaba hacia la frivolidad intelectual y la imitación servil del paganismo, y contra el averroís-mo paduano, que desembocaba en la incredulidad. Su ideal es una pia philosophia y una docta religio. Si no supo elegir un camino más eficaz, por lo menos sus esfuerzos no fueron inútiles.

Frente a los averroístas, que negaban la inmortalidad personal del alma y la providencia de Dios, adopta una actitud apologética. El libro 15 de la Theologia platónica lo dedica a refutar a Averroes, «graecae linguae ignarus, aristotélicos libros in linguam barbaram e graeco perversos potius quam conversos legisse traditur… Resipiscant igitur quandoque Averroici, et cum Aristotele suo consentiant». Se enfrenta con él, increpándole: «An ignoras, Averroes impie, bonum ipsum, ordinis universi esse cuiuslibet partís ordine praestantius?»

Con su libro De religione christiana se propone rescatar la filosofía de manos de los que con ella llegaban a la incredulidad. «Liberemus, obsecro, quandoque philosophiam, sacrum Dei munus, ab impietate, si possumus: possumus autem si volumus. Religionem sanctam pro viribus ab execrabili inscitia redimamus. Hortor igitur omnes atque precor philosophos qui-dem ut religionem vel capessant penitus vel attingant, sacerdotes autem ut legitimae sapientiae studiis diligenter incumbant». La religión de los ignorantes más merece ser llamada superstición que religión (ab hisque tamquam suibus conculcantur, saepe enim iners ignorantum ignavorumque cura superstitio aptius quam religio appellanda videtur).

Frente a los aristotélicos averroístas centró su ideal filosófico en Platón, ante cuya estatua, según la leyenda, tenía una lámpara encendida. Estimaba a Aristóteles, pero lo consideraba inferior a Platón. Aristóteles miraba a la tierra y Platón al cielo (Plato noster, divinis incumbens, vel solus vel máxime omnium vigilabat). Aristóteles es un medio. Pero Platón un término, aunque no absoluto, sino a su vez ordenado al cristianismo.

El platonismo de Ficino tiene un sentido cristiano, semejante al de Clemente de Alejandría. Como su amigo Bessarión, se propone realizar un «platonismo repensado en función del cristianismo». Considera a Platón como un precursor de Cristo y su filosofía una preparación para el cristianismo, que puede ser útil para atraer a los incrédulos y judíos y convencerlos con razones filosóficas. Son gentes difíciles de convencer, «nisi divinus Plato prodeat in iudicium invictus religionis sanctae patronus». Los incrédulos no se convencen con testimonios ni autoridades, sino con razones. Para atraerlos a la fe hay que acudir a la filosofía de los antiguos.

En este sentido trata de revalorizar la «teología de los antiguos» (priscorum theologia) y la religión natural (religio communis), pues más vale tener una religión cualquiera que no tener ninguna (Deus coli mavult quoquo modo vel inepte modo humano quam per superbiam nullo modo coli). Toda religión es buena en cuanto que se dirige hacia Dios (omnis religio boni habet non nihil modo ad Deum ipsum creatorem omnium dirigatur). Pero solamente en cuanto medio, no como fin, porque solamente es verdadera la religión cristiana (christiana sincera est).

Ficino no se propone demostrar los dogmas cristianos, sino solamente persuadir a los incrédulos de la verdad de la religión natural con pruebas filosóficas tomadas principalmente de Platón, y de esta manera prepararlos para aceptar el cristianismo.. «Mi objeto es permitir a esos espíritus pervertidos, que se doblegan de mala gana a la autoridad de la ley divina, aceptar por lo menos las razones platónicas, en cuanto que contribuyen a la verdadera religión».

Estima y admira a Santo Tomás (nostrae christianae splendor theologiae). Pero prefiere los caminos platónicos del sentimiento y la dialéctica del amor, que le parecen más eficaces que los de la razón para llegar a Dios (proprius unimur Deum per amatorium gaudium quod nos transformat in amatum Deum, quam per cognitionem). El platonismo de Ficino es más bien un sincretismo, en que, junto con Platón, entran el neoplatonismo de Plotino, Jámblico, Proclo, los «libros herméticos» y Cicerón, todo ello armonizado con el cristianismo de San Pablo y San Agustín, Boecio y el seudo Dionisio. Prescinde de la teoría de las ideas. En Platón le interesan sobre todo sus doctrinas sobre el sumo bien, el amor, la inmortalidad y la providencia.

Ficino es sinceramente ortodoxo. Pero su deficiente preparación teológica se refleja en imprecisiones de pensamiento y lenguaje, a veces muy comprometedoras. Contra su intención, Ficino, Pico y otros neoplatónicos contribuyeron a ir creando un ambiente de racionalismo, de naturalismo religioso y de tendencias deístas.

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