Ahora bien, por «el animal» hay que entender o el cuerpo específico, o el compuesto de alma y cuerpo o un tercero distinto resultante de ambos1. Pero sea como fuere, es preciso o que el alma se mantenga impasible, siendo causa para otro de tal afección, o que también ella sea afectada junto con el cuerpo, y que sea afectada, experimentando ya sea la misma afección, ya una similar; por ejemplo, que el animal apetezca de un modo y la facultad apetitiva actúe o sea afectada de otro.
Ahora bien, el cuerpo específico habrá de ser examinado más adelante2. Pero que el compuesto de alma y cuerpo sea capaz de apenarse, ¿cómo es posible? ¿Acaso porque, estando el cuerpo en una disposición determinada y penetrando la afección hasta la sensación, la sensación termina en el alma? Pero todavía no está claro cómo surge la sensación. ¿O tal vez porque la pena parte de una opinión, de un juicio sobre la presencia de algún mal para uno mismo o para alguno de los familiares, y luego de ahí le sobreviene al cuerpo y, en general, a todo el animal una modificación penosa? Pero todavía no está claro cuál es el sujeto de esa opinión, si el alma o el compuesto. Además, la opinión relativa al mal de alguien no lleva consigo el sentimiento de pena. Porque bien puede ser que por la presencia de esa opinión no sobrevenga en absoluto el sentimiento de pena ni, respectivamente, el de ira por la ocurrencia de la opinión de verse despreciado, ni se suscite, a su vez, el deseo por la opinión de la presencia de un bien. ¿Cómo, pues, pueden ser comunes estos sentimientos?3.
—Pues porque el apetito es propio de la facultad apetitiva, la ira de la irascible y la tendencia a algo, en general, de la desiderativa.
—Pero no por eso serán comunes todavía, sino del alma sola.
—No, sino que también lo serán del cuerpo, porque la sangre y la bilis han de hervir, y el cuerpo ha de estar en una disposición determinada para que suscite el deseo, como sucede en el apetito venéreo. Concedido, eso sí, que el deseo del bien no sea un sentimiento común, sino propio del alma, lo mismo que otros; no hay una teoría que admita que todos sean del compuesto. Pero cuando el hombre tenga deseo de placeres venéreos, será, sí, el hombre quien apetezca, pero en otro sentido también estará apeteciendo la facultad apetitiva.
—¿En qué sentido? ¿Porque será el hombre quien dé comienzo al apetito, pero le seguirá la facultad ape titiva? Pero ¿cómo pudo el hombre apetecer en absoluto sin haberse excitado antes la facultad apetitiva? —Será la facultad apetitiva la que dé comienzo.
—Pero si el cuerpo no está previamente dispuesto de una manera determinada, ¿de dónde tomará comienzo?
El «animal» de 5, 1 corresponde a la 3.a hipótesis de 1, 2-5 («algún tercero resultante de ambos»), pese a que hay cierta incongruencia aparente; allá la 3.a hipótesis se subdividía en dos (cf. n. 1), mientras que aquí se consideran tres sentidos posibles de «animal». Pero la incongruencia es sólo aparente. De hecho, el primer sentido de «animal» (= «el cuerpo específico») queda relegado para más adelante (cf. n. sig.). Quedan, pues, otros dos: 1) «el compuesto de alma y cuerpo», que corresponde a «la mezcla» de 1, 4 (= el animal en sentido aristotélico), tema del presente capítulo, y 2) «un tercero distinto resultante de ambos», que corresponde a «otra cosa distinta resultante de la mezcla» de 1, 4-5 (= el animal en sentido plotiniano), tema de los caps. 6-7. ↩
El «cuerpo específico» es sólo uno de los dos componentes del «animal» en sentido plotiniano; por eso queda relegado para más adelante (7, 1-6). ↩
La opinión mental que acompaña a los sentimientos de vergüenza, temor, ira y demás no conturba al alma misma (III 6, 3-4). Sobre la concepción de las pasiones en Plotino, cf. mi art. de Pensamiento, 337-340. ↩