Villa Ardura – La construcción circular: belleza; eros; bien (Ficino)

Excertos do estudo preliminar de Rocío de la Villa Ardura a sua tradução do Comentário ao Banquete de Platão, de Ficino

La primera pregunta de carácter general que se plantea con el De amore es si nos encontramos ante el comentario de un traductor aventajado o ante la obra de un pensa­dor original. Baste afirmar que el Comentario a «El Banquete» es un pretexto para ex­poner el propio pensamiento ficiniano.

La observación más simple e inmediata sobre estos dos «banquetes» nos revela una distinción significativa. Platón había ambientado su banquete con el pretexto de la cele­bración agatoniana, y el marco del discurso promete ya la vinculación del amor, tema de sobremesa de los comensales, con la belleza, ya que el festín es una consecuencia del premio a la poesía, la más distinguida de las artes en la Antigüedad, y su autor es por añadidura un joven agraciado. Amor y belleza tienen importancia suficiente en el sistema platónico. La compleja dialéctica que Platón desarrolla en este diálogo se ve sobrepasada con la inclusión de Diótima, la profetisa: esta vez, hablando del amor, estamos abiertamente en el terreno de los misterios. Pero no es la estética ni la teoría del amor el centro de la filosofía platónica, ni la celebración del banquete simboliza una ocasión privilegiada.

Sin embargo, el banquete de Marsilio no es una celebración cualquiera, es único, es una conmemoración platónica, es la reinstauración de una tradición. Y precisamente, como continuador de ésta, Ficino elige la erótica, es decir, las cosas sobre el amor, atraído por la belleza. En definitiva, aquello que a Marsilio le parece más importante del pensamiento platónico en su conjunto.

De hecho, en esta celebración, discurso tras discurso, no se comenta sólo el Simposium, sino también el Fedro y el Fedón, y de una manera secundaria se hacen referencias a otras obras, como el Hippias o la República. Pero la obra no apunta únicamente a Platón. Actualmente conservamos una antología de textos griegos Sobre el amor manuscrita por Ficino, en la que aparecen las principales citaciones del Comentario. Evidentemente, nos encontramos ante un material de trabajo de Ficino cara a la elaboración de su propia teoría. Ficino utiliza el Simposium de Platón como un estribillo alternativo, al que va poniendo su música y, así, va apareciendo toda una temática inexistente en el diálogo de Platón y, sobre todo, bajo el tratamiento, bajo el enfoque particular de Ficino.

La segunda comparación se vuelve hacia Plotino. Hay, en efecto, una huella, quizá incluso más profunda, de este autor. La influencia, además, por parte de Ficino es mucho menos reconocida. Ficino oculta la importancia de la enseñanza por Argirópulo de Platón y Plotino en Florencia, anterior a su «descubrimiento», y vuelve a oscurecer el influjo de Plotino en su caso. Cuando realiza la versión definitiva del Comentario aún restan algunos años hasta su traducción de las Enéadas plotinianas. Pero este dato no ha de confundirnos. En la antología citada aparecen los dos tratados que incumben al Comentario a «El Banquete», el «Sobre la belleza» (I, 6) y «Sobre el amor» (III, 5). El primero, como veremos, se recuerda vivamente en V, 3; el segundo inspira a Ficino, bajo el tema del nacimiento u origen del amor, a desmembrar el Comentario a «El Banquete» en una remodelación del contenido del Simposium y del Fedro. La relevancia que da al alma es también uno de los aspectos más plotinianos de Ficino, pues, como ha dicho Charrue de Plotino, también de Marsilio Ficino se puede repetir que toda su metafísica se reduce a una psicología del alma. Giovanni Pico della Mirandola nos recuerda otro punto de conexión entre estos dos sistemas neoplatónicos al señalar cómo Plotino pensaba que el término eros provenía de orasis, visión. La luz, la mirada, van a definir la filosofía ficiniana.

Y, sin embargo, no podemos menos que aceptar la originalidad del sistema de Ficino. La emanación queda sustituida por la creación; el amor y la belleza ocupan el primer término; el afán del individualismo en su sistema acaba con todo misticismo nihilista. Donde en Plotino hay una pirámide en cuyo vértice todo elemento es absorbido, en Ficino encontramos un círculo en el que cada elemento tiene su fuerza de atracción, su nunca perdida individualidad, en el que lo concreto se multiplica interrelacionándose. La luz de Ficino no se mancha, la suciedad de la culpa no aprisiona al hombre. Queda lejos el abismo de aquella simetría imperfecta de los dos mundos de Platón.

Al comienzo del último discurso, que Alcibíades dedica a las alabanzas de Sócrates como amante en acción, Cristóforo Marsuppini hace un resumen del De amore refiriéndose exclusivamente a los discursos de El Banquete de Platón. Dice: Fedro trató del origen del amor, que surge del caos; Pausanias dividió este amor en dos especies, celeste y vulgar; Erixímaco nos mostró su extensión, su presencia en todas las cosas; Aristófanes, cómo los hombres, divididos, por el amor se restituyen; Agatón, cuánta es su virtud y poder, y que sólo él hace feliz a los hombres; por fin, Sócrates, «qué es el amor, cómo es y de dónde nace, cuántas partes tiene, a qué fines tiende y qué valor tiene». En esta suma, Ficino nos recuerda el punto del que parten las sucesivas disquisiciones en el turno de palabra del banquete platónico, sin aludir en modo alguno al hilo conductor de su propia composición.

A la par de la recreación platónica, Ficino va cumpliendo un proyecto en el que desarrolla un apretado apunte de su sistema. El valor de este tratado radica, sin duda, en la condensación de ideas que presenta, y también en la manera en que está compuesto. Los siete discursos que constituyen el Comentario nos ofrecen una ontología, una cosmología, una psicología, una ética, una estética, y una teoría del amor. Las lecturas a menudo se entrecruzan, y se pasa de una clave teológica a una clave cosmológica o astrológica. En todos y cada uno de los discursos surge la referencia humana, cercana, se habla del universo como de un enamorado más, y, cuando se habla del amante, Ficino se demora hasta la descripción de los síntomas. El tratado abunda en imágenes, en alegorías, pero es la metafórica de la luz, y de fuego, la que da la verdadera comprensión del pensamiento ficiniano.