Sócrates. ¿Qué medio de defensa queda, mi querido amigo, al que pretende que la sensación es ciencia, y que lo que parece a cada uno es tal como le parece?
Teetetes. No me atrevo a decir, Sócrates, que no sé que responder, porque no hace un momento que me regañaste por haberlo dicho; pero verdaderamente yo no hallo ningún medio de negar que en la locura y en los sueños se forman opiniones falsas, imaginándose, unos, que ellos son dioses, y otros, que tienen alas y que vuelan durante el sueño.
Sócrates. ¿No recuerdas la controversia que suscitan con tal motivo los partidarios de este sistema, y principalmente sobre los estados de la vigilia y del sueño?
Teetetes. ¿Qué dicen?
Sócrates. Lo que has oído, creo yo, muchas veces a los que nos exigen pruebas de si, en este momento, dormimos, siendo nuestros pensamientos otros tantos sueños, o si estamos despiertos y conversamos realmente juntos.
Teetetes. Es muy difícil, Sócrates, distinguir los verdaderos signos que sirven para reconocer la diferencia, porque en uno y en otro estado se corresponden, por decirlo así, los mismos caracteres. Nada obsta que imaginemos que, están do dormidos, hablamos lo mismo que en este momento, y cuando soñamos creemos referir nuestros ensueños, es singular la semejanza con lo que pasa en el estado de vigilia.
Sócrates. Ya ves con qué facilidad se suscitan dificultades en este punto, puesto que se llega a negar la realidad del estado de vigilia o la del sueño, y que, siendo el tiempo en que dormimos igual al tiempo en que velamos, nuestra alma sostiene en sí misma, en cada uno de estos estados, que los juicios que forma, entonces, son los únicos verdaderos. De manera que, durante un espacio igual de tiempo, decimos ya que éstos son verdaderos, ya que lo son aquellos, y nos decidimos igualmente por los unos que por los otros.
Teetetes. Es cierto.
Sócrates. Lo mismo debemos decir de las enfermedades y de los accesos de locura, si bien no son iguales en razón de la duración.
Teetetes. Muy bien.
Sócrates. ¡Pero qué! ¿El más o el menos de duración decidirá de la verdad?
Teetetes. Eso sería ridículo por más de un concepto.
Sócrates. ¿Puedes, sin embargo, determinar alguna otra señal evidente por la que se reconozca de qué lado está la verdad en estos juicios?
Teetetes. Yo no veo ninguna.
Sócrates. Escucha, pues, lo que te dirían los que pretenden que las cosas son siempre realmente tales como parecen a cada uno. He aquí, a mi parecer, las preguntas que te harían. Teetetes, ¿es posible que una cosa totalmente diferente de otra, tenga la misma propiedad? Y no te imagines que se trata de una cosa que, en parte, sea la misma y, en parte diferente, sino que sea una cosa absolutamente diferente.