Si obras de esta manera, los que conversen contigo achacaran a sí mismos y no a ti su turbación y su embarazo; te volverán a buscar y te amarán; se pondrán en pugna entre sí y, esquivándose unos a otros, se arrojarán en el seno de la filosofía, para que los renueve y los convierta en otros hombres. Pero, si haces lo contrario, como sucede con muchos, lo contrario también sucederá, y en lugar de hacer filósofos a los que traten contigo, harás que aborrezcan la filosofía, cuando se hallen avanzados en edad. Si me crees, examinarás verdaderamente, sin espíritu de hostilidad ni de disputa, como ya te he dicho, pero con una disposición benévola, lo que hemos querido decir al afirmar que todo está en movimiento, y que las cosas son para los particulares y para los Estados tales como ellas les parecen. Y partirás de aquí para examinar si la ciencia y la sensación son una misma cosa o dos cosas diferentes, en lugar de partir, como antes, del uso ordinario de las palabras, cuyo sentido tuercen, a capricho, la mayor parte de los hombres, creándose, mutuamente, toda clase de dificultades. He aquí, Teodoro, todo lo que he podido hacer en defensa de tu amigo, defensa flaca en relación con mi debilidad; pero si él viviese aún, vendría en auxilio de su propio sistema, con más energía.
Teodoro. Te equivocas, Sócrates; le has defendido vigorosamente.
Sócrates. Me adulas, mi querido amigo, ¿pero tienes presente lo que Protágoras decía antes, y la acusación que nos dirigió de que disputábamos con un tierno joven, aprovechándonos de tu timidez, como un arma para combatir su sistema, y recomendándonos que, huyendo de todo estilo burlesco, examináramos sus opiniones de una manera más seria?
Teodoro. ¿Cómo podía dejar de tenerlo presente, Sócrates?
Sócrates. Pues bien, ¿quieres que le obedezcamos?
Teodoro. Con todo mi corazón.
Sócrates. Ya ves que todos los que están aquí, excepto tú, son jóvenes. Si queremos, pues, obedecer a Protágoras, es preciso que interrogándonos y respondiéndonos, a la vez, tú y yo, hagamos un examen serio de su sistema, para que no vuelva a echarnos en cara que lo discutimos con niños.
Teodoro. ¡Pero qué! ¿Teetetes no está en mejor disposición para discutir que muchos hombres barbudos?