Teeteto 169

Sócrates. Sí, pero no sostendrá la discusión mejor que tú. No te figures que he debido yo tomar, a todo trance, la defensa de tu amigo, después de su muerte, y te creas con derecho a abandonarla. Adelante, querido mío, sígueme un momento, hasta que hayamos visto si hemos de tomarte a ti por medida, en punto de figuras geométricas, o si todos los hombres son tan sabios, como tú, en astronomía, y las demás ciencias, en que has adquirido una reputación sobresaliente.

Teodoro. No es fácil, Sócrates, cuando está uno sentado cerca de ti, poder evitar el responderte, y me equivoqué antes, cuando dije que me permitirías no despojarme de mis vestidos, y que no me obligarías, en este concepto, a luchar como hacen los lacedemonios. Figúraseme, por el contrario, que te pareces más a Seirón, porque los lacedemonios sólo dicen. ¡que se retire o que se despoje de sus vestidos! Pero, tú haces lo que Anteo, no dejas en paz a los que se te aproximan, hasta forzarles a que se despojen y luchen, de palabra, contigo.

Sócrates. Has pintado bien mi enfermedad, Teodoro. Sin embargo, yo soy más fuerte que esos que citas, porque ya he encontrado una multitud de Heracles y de Teseos, temibles en la disputa, que me han batido en regla, pero no por eso me abstengo de disputar; tan violento y tan arraigado esta, en mí, el amor a esta clase de luchas. No me rehúses el placer de medirme contigo; será ventajoso a uno y otro.

Teodoro.  Ya no me opongo más, y toma el camino que te acomode. Es preciso sufrir el destino que me preparas y consentir, de buena voluntad, en verme refutado. Te advierto, sin embargo, que no podré pasar más allá de lo que me has propuesto.

Sócrates. Basta que me sigas hasta este punto. Te suplico que estés atento, no nos suceda que, sin darnos cuenta, conversemos de una manera frívola, lo cual sería causa de una nueva asociación.

Teodoro. En cuanto pueda, yo estaré con cuidado.

Sócrates. Comencemos tomando por base un punto de que ya hemos hablado, y veamos si hemos atacado y desechado este sistema con razón o sin ella, en cuanto se pretende que cada uno se basta a sí mismo en punto a sabiduría, y si Protágoras nos ha concebido que unos superan a otros para discernir lo mejor y lo peor, que son los    que él llama sabios. ¿No es así?

Teodoro. Sí.

Sócrates. Si él mismo hubiera hecho, en persona, esta confesión, y no nosotros, en su nombre, al defender su causa, no sería necesario reproducirla para fortificarla más. Pero, quizá, se nos podría objetar que no estamos autorizados para hacer por él semejantes confesiones. Ésta es la razón por que es preferible que convengamos en la verdad de este punto, tanto más, cuanto que importa poco que la cosa sea así o de otra manera.

Teodoro. Tienes razón.