Teeteto 170

Sócrates. Deduzcamos, pues, lo más brevemente que podamos, esta confesión de los propios discursos de Protágoras, y no de ningún otro.

Teodoro. ¿Cómo?

Sócrates. De la manera siguiente. ¿No dice Protágoras que lo que parece a cada uno es para él tal como le parece?

Teodoro. Lo dice, en efecto.

Sócrates. De este modo se explica Protágoras. Mas también nosotros anunciamos las opiniones de un hombre, o más bien, de todos los hombres, cuando decimos que no hay nadie, que bajo cierto punto de vista, no se crea más sabio que los demás, y otros igualmente más sabios que él. que en los mayores peligros, en la guerra, en las enfermedades, en el mar, se tienen por dioses los que mandan en estos conflictos, y se espera de ellos la salud; y sin embargo, éstos no tienen otra ventaja sobre los otros que la de la ciencia; en todos los negocios humanos, se buscan maestros y jefes para sí mismo, para dirigir a los demás y para todas las obras que se emprenden, y que hay igualmente hombres que tienen la convicción de que están en posición de enseñar y de mandar. Y en vista de esto, ¿qué otra cosa podemos decir, si no que los hombres piensan que, acerca de todas estas cosas hay, entre sus semejantes, sabios e ignorantes?

Teodoro. Nada más cierto.

Sócrates. ¿No tienen la sabiduría por una opinión verdadera, y la ignorancia, por una opinión falsa?

Teodoro. Sin duda.

Sócrates. ¿Qué partido tomaremos?, Protágoras. ¿Diremos que los hombres tienen siempre opiniones verdaderas, o tan pronto verdaderas como falsas? A cualquier lado que nos inclinemos, resulta, de todos modos, que las opiniones humanas no son siempre verdaderas, sino que son verdaderas o falsas. En efecto, Teodoro, mira si alguno de los partidarios de Protágoras querría, o si tú mismo querrías sostener que no puede uno pensar que otro es un ignorante, y que tiene opiniones falsas.

Teodoro. Esta aserción no encontraría defensor, Sócrates.

Sócrates. He aquí a qué extremo se ven reducidos los que quieren que el hombre sea la medida de todas las cosas.

Teodoro. ¿Cómo?

Sócrates. Si formas algún juicio sobre un objeto cualquiera, y me participas tu opinión, esta opinión, según Protágoras, será verdadera para ti. ¿Pero no nos será permitido a los demás ser jueces de tu juicio? ¿Juzgaremos siempre que tus opiniones son verdaderas? ¿O más bien, muchas personas que tienen opiniones contrarias a las tuyas, no se contradicen todos los días, imaginándose que tú juzgas mal?

Teodoro. Sí, ¡por Zeus!, Sócrates; hay, como dice Homero, mil personas que me ocasionan muchas dificultades desde este punto de vista.

Sócrates. ¿Qué? ¿Quieres, entonces, que digamos que tienes una opinión verdadera para ti, y falsa para todos los demás?

Teodoro. Parece que es un resultado necesario de la opinión de Protágoras.