Teeteto 183

Sócrates. Aquí tienes nuestra respuesta perfectamente justificada, cuando para demostrar su exactitud nos hemos esforzado en probar que todo se mueve, puesto que si, en efecto, todo esta en movimiento, resulta que las respuestas sobre cualquiera cosa son igualmente exactas, ya se diga que es “así”, o ya que “no es así”, o si quieres, y para no presentar, a nuestros adversarios, como existente nada estable, que ella se hace o no se hace, deviene o no deviene tal.

Teodoro. Dices bien.

Sócrates. Sí, Teodoro, salvo que me he servido de las expresiones “así” y “no así”. No es preciso usar de la palabra “así”, porque así, lo mismo que no así, como representan, hasta cierto punto, una cosa fija, no expresan el movimiento. Los partidarios de este sistema deben emplear otro término y, verdaderamente, en su hipótesis, no tienen expresión de qué valerse, como no sea esta. “de ninguna manera”. Esta expresión indefinida es la más conforme con su opinión.

Teodoro. Es, en efecto, una manera de hablar que les conviene perfectamente.

Sócrates. Henos aquí, Teodoro, libres de tu amigo; no le concedemos que todo hombre sea la medida de todas las cosas, a no ser que sea hombre hábil; y nunca confesaremos que la sensación sea la ciencia, si partimos del supuesto de que todo esta en movimiento, siempre que Teetetes no sea de otro dictamen.

Teodoro. Está bien dicho, Sócrates. Terminada esta cuestión, estoy también libre de la obligación de responderte, como habíamos convenido, una vez que se halla terminado el examen del sistema de Protágoras.

Teetetes. Nada de eso, Teodoro, seguid hasta que Sócrates y tú hayáis discutido la opinión de los que dicen que todo está en reposo, según nos propusisteis antes.

Teodoro. ¿Qué? ¡Teetetes, tú, tan joven, das lecciones de injusticia a los ancianos enseñándoles a violar sus compromisos! Prepárate a responder a Sócrates sobre lo que resta por decir.

Teetetes. Con mucho gusto, si Sócrates lo consiente. Hubiera oído, sin embargo, con el mayor placer lo que pensáis sobre esta materia.

Teodoro. Invitar a Sócrates a la discusión es invitar a buenos jinetes a correr en la llanura. Interrógale y quedarás satisfecho.

Sócrates. No pienses, Teodoro, que voy a aceptar la invitación de Teetetes.

Teodoro. ¿Por qué no?

Sócrates. Aunque tema criticar, con alguna dureza, a Melito y a los demás que sostienen que todo es uno e inmóvil, lo siento menos respecto de éstos que con relación a Parménides. Parménides me parece a la vez respetable y temible, sirviéndome de las palabras de Homero. Le traté siendo yo joven y cuando él era muy anciano, y me pareció que había, en sus discursos, una profundidad poco común. Temo que no comprendamos sus palabras y que no penetremos bien su pensamiento, y más que todo, temo que las digresiones que nos vengan encima, si no las evitamos, nos hagan perder de vista el objeto principal de esta discusión, que es conocer la naturaleza de la ciencia. Por otra parte, el objeto en que nos ocupamos aquí es de una extensión inmensa, y sería falta de consideración el examinarlo de pasada, y si no le damos toda la amplitud que merece, acabaron nuestras indagaciones sobre la ciencia. Así, es preciso que no suceda lo uno ni lo otro, y vale más que, apelando a mi arte de comadrón, auxilie a Teetetes a parir sus concepciones sobre la ciencia.