Teeteto 186

Sócrates. ¿En cuál de estas dos clases de objetos colocas el SER? Porque es lo más común a todas las cosas.

Teetetes. Lo coloco en la clase de los objetos con los que el alma se pone en relación por sí misma.

Sócrates. ¿Y sucede lo mismo con la semejanza y la desemejanza, con la identidad y con la diferencia?

Teetetes. Sí.

Sócrates. ¿Con lo bello, lo feo, lo bueno y lo malo?

Teetetes. Me parece que estos objetos, sobre todo, son del número de aquéllos, cuya esencia examina el alma, comparando y combinando en sí misma el pasado y el presente con el porvenir.

Sócrates. Detente. ¿El alma no sentirá por el tacto, la dureza de lo que es duro y la blandura de lo que es blando?

Teetetes. Sí.

Sócrates. Pero, por lo que hace a su esencia, a su naturaleza, a su oposición, y a la naturaleza de esta oposición, ¿ensaya el alma juzgarlas por sí misma, después de repetidos esfuerzos y de confrontar las unas con las otras?

Teetetes. Sin duda.

Sócrates. La naturaleza ha dado a los hombres y a las bestias, desde el acto de nacer, el sentimiento de ciertas afecciones que pasan al alma por los órganos del cuerpo; mientras que las reflexiones sobre estas afecciones, su esencia y su utilidad, no vienen o no se presentan sino a la larga y con mucho trabajo, mediante los cuidados y estudio de las personas, en cuya alma se forman.

Teetetes. Es cierto.

Sócrates. ¿Es posible que el que no descubra la esencia descubra la verdad?

Teetetes. No.

Sócrates. ¿Se obtendrá la ciencia cuando se ignora la verdad?

Teetetes. ¿Cómo, Sócrates?

Sócrates. La ciencia no reside en las sensaciones, sino en el razonamiento sobre las sensaciones, puesto que, según parece, sólo por el racionamiento se puede descubrir la ciencia y la verdad, y es imposible conseguirlo por otro rumbo.

Teetetes. Así parece.

Sócrates. ¿Dirás que lo uno y lo otro son una misma cosa, cuando hay entre ellas una gran diferencia?

Teetetes. Eso no sería exacto.

Sócrates. ¿Qué nombre das a estas afecciones, ver, oír, olfatear, resfriarse, calentarse?

Teetetes. A todo esto lo llama sentir, porque ¿que otro nombre puede tener?

Sócrates. Comprendes todo esto bajo el nombre genérico de sensación.

Teetetes. Así es.

Sócrates. Sensación que, como decimos, no puede descubrir la verdad, porque no afecta a la esencia.

Teetetes. Es cierto.

Sócrates. Ni tampoco, por consiguiente, a la ciencia.

Teetetes.  Tampoco.

Sócrates. La sensación y la ciencia, ¿no podrían ser una misma cosa?, Teetetes.  

Teetetes. Parece que no. Ahora, sobre todo, es cuando vemos con la mayor evidencia que la ciencia es una cosa distinta que la sensación.