Teeteto 195

Sócrates. Y bien ¿diremos que se dan, en nosotros, juicios falsos?

Teetetes. Seguramente.

Sócrates. ¿Y juicios verdaderos?

Teetetes. Sí.

Sócrates. ¿Consideraremos ya, como punto suficientemente probado, que hay estos dos juicios?

Teetetes. Sí, ya está bien decidido.

Sócrates. En verdad, Teetetes, es preciso convenir en que un hombre hablador es un ser muy importuno y fastidioso.

Teetetes. ¡Cómo! ¿A qué viene eso?

Sócrates. Porque yo estoy de mal humor con mi pobre inteligencia o, a decir verdad, contra mi charlatanismo; porque, ¿qué otro término se puede emplear, cuando un hombre, por estupidez, provoca la conversación por arriba y por abajo, no se da nunca por convencido y no abandona el asunto, sino con una extraña dificultad?

Teetetes. ¿Qué es lo que tanto te incomoda?

Sócrates. No sólo estoy incomodado, sino que temo no saber qué responder, si se me pregunta. Sócrates, ¿has averiguado que el juicio falso no se encuentra en las sensaciones comparadas entre sí, ni en los pensamientos, sino en el concurso de la sensación y del pensamiento? Yo le diré que sí, me parece, lisonjeándome de esto, como de un magnífico descubrimiento.

Teetetes. A mí, Sócrates, me parece que la demostración que acabamos de hacer no es de desechar.

Sócrates. Pero tú dices, replicará él, que conociendo un hombre por el pensamiento solamente y no viéndole, es imposible que se le tome por un caballo, que no se ve, que no se toca y que no se conoce por ninguna otra sensación, sino únicamente por el pensamiento. Yo le responderé que esto es verdad.

Teetetes. Con razón.

Sócrates.Pero, proseguirá él, ¿no se sigue de aquí que no se tomará nunca el número once, que sólo se conoce por el pensamiento, por el número doce, que igualmente es sólo conocido por el pensamiento? Vamos responde a esto, Teetetes.

Teetetes. Responderé que, respecto de los números que se ven y que se tocan, se puede tomar once por doce, pero nunca diré esto con respecto a los números que están en el pensamiento.