Teeteto 196

Sócrates. ¡Qué! ¿Crees tú que nadie se ha propuesto examinar en sí mismo los números cinco y siete? No digo cinco hombres, siete hombres, ni nada que a esto se parezca, sino los números cinco y siete que están grabados como en un monumento sobre las planchas de cera de que hablamos, no siendo posible que se juzgue falsamente respecto de ellos. ¿No ha sucedido que, reflexionando sobre estos dos números y hablando consigo mismo y preguntándose cuánto suman, el uno ha respondido que once y lo ha creído así, y el otro que doce?, ¿o bien, todos dicen que piensan que suman doce?

Teetetes. No, ciertamente; muchos creen que suman once; y aun se engañarían más si examinaran un número mayor, porque presumo que hablas aquí de toda especie de números.

Sócrates. Adivinas bien, y mira si en este caso no es el número abstracto doce el que se toma por once, o si esto se verifica respecto de otros números.

Teetetes. Así parece.

Sócrates. He aquí, por consiguiente, que hemos entrado donde decíamos antes. Porque el que está en este caso, se imagina que lo que él conoce es otra cosa que él conoce igualmente; lo cual hemos dicho que es imposible, y de donde hemos concluido, como necesario, que no hay juicio falso, para no vernos precisados a conceder que el mismo hombre sabe y no sabe, al mismo tiempo, la misma cosa.

Teetetes. Nada más cierto.

Sócrates. Así, es preciso decir que el juicio falso es otra cosa que el error que resulta del concurso del pensamiento y de la sensación. Porque, si esto fuera así, nunca nos engañaríamos cuando sólo se trata de pensamientos. Por esto, o no hay juicio falso, o puede suceder que no se sepa lo que se sabe. ¿Cuál de estos dos extremos escoges?

Teetetes. Mepropones una elección muy embarazosa, Sócrates.

Sócrates. No pueden dejarse a un tiempo subsistentes estas dos cosas. Pero, puesto que estamos dispuestos a atrevernos a todo, si llegamos a perder todo pudor…

Teetetes. ¿Cómo?

Sócrates. Intentando explicar lo que es saber.

Teetetes. ¿Qué imprudencia habría es eso?

Sócrates. Me parece que no reflexionas que toda nuestra discusión tiene por objeto, desde el principio, la indagación de la ciencia, como si fuera para nosotros una cosa desconocida.

Teetetes. Verdaderamente me haces reflexionar.

Sócrates. ¿Y no adviertes que es una imprudencia explicar lo que es el saber, cuando no se conoce lo que es la ciencia? Pero, Teetetes, después de tanto hablar, nuestra conversación se ha alejado del punto de partida. Hemos empleado una infinidad de veces estas expresiones. conocemos, no conocemos, sabemos, no sabemos, si nos entendiéramos uno a otro, mientras que ignoramos aún lo que es la ciencia; y para darte una nueva prueba de ello, te haré notar que, en este momento mismo, nos servimos de las palabras ignorar y comprender, como si nos fuese permitido usarlas, estando privados de la ciencia.

Teetetes. ¿Cómo podrás conversar, Sócrates, si te abstienes de usar estas expresiones?