Teeteto 199

Sócrates. ¿Quieres tú que digamos que nos importa poco de qué nombres habremos de servirnos para expresar lo que se entiende por saber y aprender? Y que, habiendo quedado sentado que una cosa es poseer una ciencia y otra tenerla, sostenemos que es imposible que no se posea lo que se posea y, por consiguiente, que no se será lo que se sabe; que, sin embargo, puede suceder que sobre esto mismo se juzgue mal, porque sería posible tomar una falsa ciencia por la verdadera, en el acto en que queriendo cazar alguna de las ciencias que se posee, y estando todas revueltas, se pierde el tino y se coge, al vuelo, una por otra; así como cuando se cree que “once” es la misma voz que “doce”, se toma la ciencia de once por la de doce, como si se tomase una tórtola por un palomo?

Teetetes. Esa explicación parece verosímil.

Sócrates. Pero, si se pone la mano sobre lo que se quiere coger, entonces, no hay engaño y se juzga lo que realmente es; y podemos decir que esto es lo que hace que un juicio sea verdadero o falso, y que las dificultades, que tanto nos atormentaban ha poco, no nos inquietan ya. ¿Eras tú de mi parecer o sigues otro?

Teetetes. Ningún otro.

Sócrates. En efecto, nos vemos ya desembarazados de la objeción de que no se sabe lo que se sabe, puesto que no puede suceder, en manera alguna, que no se posea lo que se posee, equivoquémonos o no, acerca de cualquier objeto. Me parece, sin embargo, que de aquí resulta un inconveniente más grave aún.

Teetetes. ¿Cuál es?

Sócrates. Si se tiene por juicio falso la equivocación en materia de ciencia.

Teetetes. ¿Cómo?

Sócrates. En primer lugar, porque teniendo la ciencia de un objeto, se ignoraría este objeto, no por ignorancia, sino por la ciencia misma que se posee. En segundo, porque se juzgaría que este objeto es otro, y que otro es aquél. ¿No es un gran absurdo que en presencia de la ciencia el alma no conozca nada e ignore todas las casas? En efecto, nada impide, en este concepto, que la ignorancia nos haga conocer y la obcecación nos haga ver, si es cierto que la ciencia es causa de nuestra ignorancia.

Teeteto. Quizá, Sócrates, no hemos tenido razón para haber supuesto sólo ciencias en vez de pájaros, y debimos suponer ignorancias revoloteando en el alma como aquéllas, de manera que el cazador. tomando tan pronto una ciencia, como una ignorancia, juzgase el mismo objeto, falsamente, por la ignorancia, y verdaderamente, por la ciencia.