Teeteto 200e-210d: saber como juízo verdadeiro seguido de sua justificação

Sócrates. El que sirve de guía en el paso de un río, Teeteto, dice que el agua misma indicará su profundidad. En igual forma, si entramos en la discusión presente, quizá los obstáculos que se presenten nos descubrirán lo que buscamos, mientras que si no entramos, nada se aclarará.

Teeteto.  Tienes razón, sigamos, pues, y examinemos la cuestión.

Sócrates. El asunto no reclama un largo examen. Todo un arte nos prueba que la ciencia no consiste en esto.

Teeteto. ¿Cómo y cuál es ese arte?

Sócrates. El de los hombres de más nombradía por su saber, que se llaman oradores y hombres de ley. En efecto, por medio de su arte saben persuadir, no a modo de enseñanza, sino inspirando a sus oyentes el juicio que les parece. ¿O bien, crees tú que haya maestros bastante hábiles para poder, mientras coree un poco de agua, instruir suficientemente sobre la verdad de ciertos hechos, a hombres que no los presenciaron, ya se trate de un robo de dinero o ya de cualquiera otra violencia?

Teeteto. De ningún modo; lo único que pueden hacer es persuadirlos.

Sócrates. Persuadir a alguno, ¿no es, en cierto modo, hacerle formar un juicio?

Teeteto. Sin duda.

Sócrates. ¿No es cierto que, cuando los jueces tienen una persuasión bien fundada sobre hechos, que no se pueden saber a menos de haberlos visto, juzgando en este caso, en vista sólo de la relación de otro, forman un juicio verdadero sin ciencia, y están persuadidos, con razón, puesto que han juzgado bien?

Teeteto. Sin duda.

Sócrates. Pero, mi querido amigo, si el juicio verdadero y la ciencia fuesen la misma cosa, nunca juzgaría bien ni aun el juez mejor, estando desprovisto de la ciencia. Resulta ahora que el juicio verdadero no es la misma cosa que la ciencia.

Teeteto. Recuerdo, Sócrates, una cosa que he oído decir a alguno, y que había olvidado. Pretendía que el juicio verdadero, acompañado de su explicación, es la ciencia, y que el que no puede explicarse está fuera de la ciencia. que los objetos que no son susceptibles de explicación no pueden saberse, y que los que son susceptibles de ella son los únicos científicos. En estos términos se expresaba.

Sócrates. Seguramente; pero explícame por dónde distinguía él los objetos que pueden saberse de los que no pueden saberse. Así conoceré yo si hemos entendido ambos lo mismo.

Teeteto. No sé si me acordaré, pero si otro no lo dijese creo que podría seguirle fácilmente.

Sócrates. Escucha, pues, un sueño en cambio de ese otro sueño. Creo haber oído también decir, a algunos, que los primeros elementos, si puedo decirlo así, de que el hombre y el universo se componen, son inexplicables; que en cada uno, tomado en sí mismo, no puede hacerse más que darle nombre, siendo imposible enunciar nada más, ni en pro ni en contra, porque sería ya atribuirle el SER o el NO SER; que no debe añadir nada al elemento, si se quiere enunciar sólo; que ni aun debe unirse a él las palabras “él”, “este”, “cada”, “sólo”, “esto”, ni otras muchas semejantes, porque, no siendo nada fijo, se aplican a todas las cosas y son de algún modo diferentes de aquellas a las que se aplican; que sería preciso enunciar el elemento en sí mismo, si esto fuera posible y si tuviera una explicación que le fuera propia, por medio de la cual se le pudiese enunciar sin el auxilio de ninguna otra; pero que es imposible explicar ninguno de los primeros elementos, y que sólo puede combinárseles simplemente, porque no tienen más que el nombre. Por el contrario, respecto a los seres compuestos de estos elementos, como hay una combinación de principios, la hay también en cuanto a los nombres que hacen posible la demostración, porque ésta resulta esencialmente de la reunión de los nombres. que por lo tanto, los elementos no son ni explicables ni cognoscibles, sino tan sólo sensibles; mientras que los compuestos pueden ser conocidos, enunciados y estimados por un juicio verdadero; que, por consiguiente, cuando se forma sobre cualquier objeto un juicio verdadero, pero destituido de explicación, el alma, a la verdad, pensaba exactamente sobre este objeto, pero no lo conocía, porque no se tiene la ciencia de una cosa en tanto que no se puede dar ni entender la explicación; pero que, cuando al juicio verdadero se unía la explicación, se estaba, entonces, en estado de conocer y se tenía todo lo requerido para la ciencia. ¿Es así como has entendido este sueño o de otra manera?

Teeteto. Así es precisamente.