7. Todas las cosas que realmente existen provienen de una contemplación y son una contemplación. De ellas surgen, a su vez, otras cosas que son objetos a contemplar, bien por la sensación, bien por el conocimiento, bien por la opinión. Las acciones tienen su fin en el conocimiento y todo deseo es deseo de conocer. Cualquier acto de la generación tiene su origen en un acto de contemplación, con vistas a conseguir una forma, que será otro objeto de contemplación. Así, en general, todas las cosas que producen algo imitan las realidades principales y producen formas que son objetos de contemplación; las sustancias que de ello resultan se aparecen como imágenes de aquellas realidades y nos dan a conocer unas causas productoras que tienen como fin, no la producción o la acción, sino ese mismo efecto que habrá de ser-contemplado. Esto es lo que quiere ver el pensamiento, y antes de él la sensación, cuyo fin no es otro que el conocimiento. Pero antes todavía la naturaleza produce en sí misma un objeto de contemplación y una razón, llevando así a su término otra razón. Algunas de estas tesis son evidentes por sí mismas y otras, en cambio, han sido traídas aquí, como bien claro está.
Dado que, necesariamente, los seres primeros descansan en la contemplación, todas las demás cosas desean la contemplación, porque en todas ellas su principio ha de ser su fin. Cuando los animales engendran, sus razones seminales ponen en movimiento la materia. Este movimiento constituye un acto de contemplación y un impulso para producir muchas formas y objetos de contemplación, un impulso, diremos, para llenarlo todo de contemplación y no dejar ya nunca de contemplar. Porque producir no es otra cosa que producir una forma o, lo que es lo mismo, llenarlo todo de contemplación. Las faltas que se encuentran en los seres engendrados y en las acciones provienen de que nos apartamos del objeto contemplado; así, el mal artesano es el que produce formas viciosas. Los amantes que contemplan una forma tratan por todos los medios de alcanzarla.