10. No le veáis, pues, por intermedio de las otras cosas; porque, en ese caso, veréis sólo su huella, pero no a él mismo. Pensad, por tanto, en lo que pueda ser y tomadle en sí mismo, en su ser puro, sin mezcla de ninguna otra cosa; que todas las cosas participan de El, sin que ninguna, en cambio, lo posea. Nada, ciertamente, debe parecerse a El, sin embargo, conviene que algo se le parezca. Pero, ¿quién podría aprehender a un tiempo todo su poder? Porque, si aprehendiese a la vez en su totalidad, ¿en qué podría diferenciarse de El? Convengamos en que lo aprehende por partes.
Vuestra intuición es, realmente, una intuición de conjunto, pero no podéis darla a conocer por entero, salvo que seáis Inteligencia en acto. Si llegáis hasta El, El mismo se escapará de vosotros, o mejor, vosotros escaparéis de El. Cuando le veis, le veis todo entero; cuando pensáis en El, sea cual el recuerdo que tengáis de El, pensáis que es el Bien, porque es la potencia que produce la vida razonable e intelectual. De El provienen la vida y la inteligencia, porque (el principio) de la esencia y del ser y porque es uno, simple y también el primero, ya que es principio. De El provienen todas las cosas: así, el primer movimiento, que no da en El, y el reposo, del que no tiene necesidad; porque El no se mueve ni está en reposo. Ya que no tiene donde descansar ni lugar al que moverse, pues, ¿alrededor de qué podría moverse, hacia qué y en qué, si es realmente el primero? No es tampoco nada finito, porque ¿qué es lo que podría limitarle? Ni es nada infinito, al menos en el sentido de la magnitud, porque ¿hacía dónde debería avanzar? ¿Y qué podría resultar de esto, si de nada tiene necesidad? Sin embargo, su potencia posee la infinitud, porque nunca podría echar nada de menos, ya que los seres a los que nada falta existen gracias a El.