Enéada VI,8,16 — Exposição dos atributos positivos do Bem

Capítulo 16: Exposição dos atributos positivos do Bem
1-8: O Bem não está em parte alguma e está em por toda parte
8-39: Passagem em revista de diferentes determinações positivas que se pode atribuir ao Bem.


16. Parece, decíamos, que el Bien se encuentra en todas partes y que no se encuentra en ninguna. De ello convendrá sacar consecuencias provechosas sobre lo que aquí estamos investigando. Porque, si de hecho no se encuentra en ninguna parte, ya no le acontece por accidente el estar en algún sitio; y si se encuentra en todas partes, esa ubicación supone algo tan grande como El. De manera que, en realidad, hablar de todas partes y de sí mismo es hablar de una sola cosa, ya que ese todo es él mismo, que da su ser a las cosas situándolas en todas partes, Al ocupar el rango más alto y ser él mismo la realidad suprema, convierte a todas las cosas en esclavas suyas. Pero no es El el que por acaso se une a las cosas, sino que son las cosas las que se unen a El o se sitúan a su alrededor, como si se tratase de meros accidentes. El no mira hacia ellas, sino que son ellas las que miran hacia El.

Hay en El una tendencia a interiorizarse, a amarse a sí mismo y a amar con ello su propia claridad. Así, son una sola cosa él mismo y lo que es objeto de su amor. Con lo cual queda dicho que se debe a sí mismo la existencia, si lo que realmente ama es un acto permanente y una especie de inteligencia. Pues la Inteligencia es el efecto de un acto y él mismo, de este modo, es ese efecto. Pero como este acto no es producido por ningún otro, resultará ser evidentemente el producto de sí mismo. No será, por tanto, lo que es por accidente, sino según su acto.

Concebiremos su existencia como si realmente se apoyase en sí mismo y a la vez mirase a sí mismo. No atribuyamos, pues, su ser a nada accidental, ya que El es como quiere ser, y no hay aquí una voluntad por azar ni por accidente. Una voluntad que desea lo mejor no podría en modo alguno deberse al – azar.

Una prueba de que esta inclinación hacia sí mismo, que es su acto, y este aislamiento en sí mismo constituyen el ser que es, vendría dada tan sólo con suponer lo contrario. Porque es claro que si se inclina hacia fuera dejará ya de ser lo que es. El acto que dirige hacia sí es su mismo ser y El y su acto conforman una sola cosa. Su existencia es debida a la unión inseparable que mantiene con su acto. Mas, si su acto no ha tenido un origen, sino que es desde siempre, y es al modo de una vigilia que no difiere del que tiene el cometido de la vigilancia, si podemos estimarlo como una vigilia y una inteligencia por encima de todas las demás, él mismo tendrá que adaptarse por fuerza a esta realidad. Pues esa vigilia está más allá de la esencia, de la inteligencia o de la vida racional inteligible; no es otra cosa que él mismo. Nos hallamos, por consiguiente, ante un acto que supera a la inteligencia, al pensamiento y a la vida. La inteligencia, el pensamiento y la vida provienen justamente de El y no de ningún otro ser. Y El tiene naturalmente el ser por sí mismo y de sí mismo; no es lo que es por accidente; es nada menos que como quiere ser.