Sócrates. Esta definición que das de la ciencia, no es de despreciar; es la misma que ha dado Protágoras, aunque se haya expresado de otra manera. El hombre, dice, es la medida de todas Las cosas, de la existencia de las que existen, y de la no existencia de las que no existen. Tú has leído, sin duda, su obra.
Teetetes. Sí, y más de una vez.
Sócrates. ¿No es su opinión que las cosas son, con relación a mí, tales como a mí me parecen, y con relación a ti, tales como a ti te parecen? Porque somos hombres tú y yo.
Teetetes. Eso es lo que dice, efectivamente.
Sócrates. Es natural pensar que un hombre tan sabio no hablase al aire. Sigamos, pues, el hilo de tus razonamientos. ¿No es cierto que algunas veces, cuando corre un mismo viento, uno de nosotros siente frío, y otro no lo siente, éste poco, y aquél mucho?
Teetetes. Seguramente.
Sócrates. ¿Diremos, entonces, que el viento, tornado en sí mismo, es frío o no es frío?, o bien ¿tendremos fe en Protágoras, que quiere que sea frío para aquel que lo siente, y que no lo sea para el otro?
Teetetes. Es probable.
Sócrates. EI viento, ¿no parece tal al uno y al otro?
Teetetes. Sí.
Sócrates. Parecer, ¿no es, respecto a nosotros mismos, la misma cosa que sentir?
Teetetes. Sin duda.
Sócrates. La apariencia y la sensación son lo mismo con relación al calor y a las demás cualidades sensibles, puesto que parecen ser para cada uno tales como las siente.
Teetetes. Probablemente.
Sócrates. Luego, la sensación, en tanto que ciencia, tiene siempre un objeto real, y no es susceptible de error.
Teetetes. Así parece.
Sócrates. ¡En nombre de las Cárites! Protágoras no era muy sabio cuando ha mostrado enigmáticamente su pensamiento a nosotros, que pertenecemos al vulgo, mientras que ha descubierto a sus discípulos la cosa tal cual es.
Teetetes. ¿Qué quieres decir con esto, Sócrates?
Sócrates. Voy a decírtelo. Se trata de una opinión que no es de pequeña importancia. Pretende que ninguna cosa es una, tomada en sí misma, y que a ninguna cosa, sea la que sea, se la puede atribuir, con razón, denominación ni cualidad alguna; que si se llama grande una cosa, ella parecerá pequeña; si pesada, parecerá ligera, y así de lo demás; porque nada es uno, ni igual, ni de una cualidad determinada, sino que de la traslación, del movimiento, y de su mezcla recíproca se forma todo lo que decimos que existe, sirviéndonos, en esto, de una expresión impropia, porque nada existe sino que todo deviene. Los sabios todos, a excepción de Parménides, convienen en este punto, como Protágoras, Heráclito, Empédocles; los más excelentes poetas, en uno y otro género de poesía, Epicarmo en la comedia, Homero en la tragedia, cuando dice.
El Océano, padre de los dioses, y Tetis, su madre,
con lo que da a entender que todas las cosas son producidas por el flujo y movimiento. ¿No juzgas que es esto lo que ha querido decir?
Tectetes. Sí.