Gal at alii
»En primer lugar, pues, como digo —me contó Aristodemo—, comenzó a hablar Fedro, haciendo ver, más o menos, que Eros era un gran dios y admirable entre los hombres y los dioses por muchas otras razones, pero fundamentalmente por su nacimiento.
—Pues ser con mucho el dios más antiguo —dijo— es digno de bhonra y he aquí la prueba de esto: padres de Eros, en efecto, ni existen ni son mencionados por nadie, profano o poeta. Así, Hesíodo afirma que en primer lugar existió el Caos:
y luego
la Tierra de amplio seno, sede siempre segura de todos, y Eros.
Y con Hesíodo está de acuerdo también Acusilao en que, después del Caos, nacieron estos dos, Tierra y Eros. Y Parménides, a propósito de su nacimiento, dice:
De todos los dioses concibió primero a Eros.
Así, pues, por muchas fuentes se reconoce que Eros es, con mucho, el cmás antiguo. Y de la misma manera que es el más antiguo es causa para nosotros de los mayores bienes. Pues yo, al menos, no sabría decir qué bien para uno recién llegado a la juventud hay mayor que un buen amante y para un amante que un buen amado. Lo que, en efecto, debe guiar durante toda su vida a los hombres que tengan la intención de vivir noblemente, esto, ni el parentesco, ni los honores, ni la riqueza, ni ninguna otra cosa son capaces de infundirlo tan bien como el amor. ¿Y qué es esto que digo? La vergüenza ante las feas acciones y el deseo dde honor por lo que es noble, pues sin estas cualidades ni una ciudad ni una persona particular pueden llevar a cabo grandes y hermosas realizaciones. Es más, afirmo que un hombre que está enamorado, si fuera descubierto haciendo algo feo o soportándolo de otro sin defenderse por cobardía, visto por su padre, por sus compañeros o por cualquier eotro, no se dolería tanto como si fuera visto por su amado. Y esto mismo observamos también en el amado, a saber, que siente extraordinaria vergüenza ante sus amantes cuando se le ve en una acción fea. Así pues, si hubiera alguna posibilidad de que exista una ciudad o un ejército de amantes y amados, no hay mejor modo de que administren su propia patria que absteniéndose de todo lo feo y emulándose unos a otros. Y si hombres como ésos combatieran uno al lado del otro, 179avencerían, aun siendo pocos, por así decirlo, a todo el mundo. Un hombre enamorado, en efecto, soportaría sin duda menos ser visto por su amado abandonando la formación o arrojando lejos las armas, que si lo fuera por todos los demás, y antes de eso preferiría mil veces morir. Y dejar atrás al amado o no ayudarle cuando esté en peligro… ninguno hay tan cobarde a quien el propio Eros no le inspire para el valor, de modo que sea igual al más valiente por naturaleza. Y es absolutamente bcierto que lo que Homero dijo, que un dios «inspira valor» en algunos héroes, lo proporciona Eros a los enamorados como algo nacido de sí mismo.
»Por otra parte, a morir por otro están decididos únicamente los amantes, no sólo los hombres, sino también las mujeres. Y de esto también la hija de Pelias, Alcestis, ofrece suficiente testimonio ante los griegos en favor de mi argumento, ya que fue la única que estuvo decidida a morir por su marido, a pesar de que éste tenía padre y madre, a los que aquélla superó tanto en afecto por amor, que les hizo aparecer como meros cextraños para su hijo y parientes sólo de nombre. Al obrar así, les pareció, no sólo a los hombres, sino también a los dioses, que había realizado una acción tan hermosa, que, a pesar de que muchos han llevado a cabo muchas y hermosas acciones y el número de aquellos a quienes los dioses han concedido el privilegio de que su alma suba del Hades es realmente muy pequeño, sin embargo, hicieron subir la de aquélla admirados por su acción. ¡Así también los dioses honran por encima de todo el esfuerzo y el valor en el amor! En cambio, a Orfeo, el hijo de dEagro, lo despidieron del Hades sin lograr nada, tras haberle mostrado un fantasma de su mujer, en cuya búsqueda había llegado, pero sin entregársela, ya que lo consideraban un pusilánime, como citaredo que era, y no se atrevió a morir por amor como Alcestis, sino que se las arregló para entrar vivo en el Hades. Ésta es, pues, la razón por la que le impusieron un castigo e hicieron que su muerte fuera a manos de mujeres. No así, por el contrario, fue lo que sucedió con Aquiles, el hijo de Tetis, a quien honraron y lo enviaron a las Islas de los Bienaventurados, eporque, a pesar de saber por su madre que moriría si mataba a Héctor y que, si no lo hacía, volvería a su casa y moriría viejo, tuvo la osadía de preferir, al socorrer y vengar a su amante Patroclo, no sólo morir por su causa, sino también morir una vez muerto ya éste. De aquí que también 180alos dioses, profundamente admirados, le honraran sobremanera, porque en tanta estima tuvo a su amante. Y Esquilo desbarra cuando afirma que Aquiles estaba enamorado de Patroclo, ya que Aquiles era más hermoso, no sólo que Patroclo, sino también que todos los héroes juntos, siendo todavía imberbe y, por consiguiente, mucho más joven, como dice Homero. De todos modos, si bien, en realidad, los dioses valoran muchísimo esta virtud en el amor, sin embargo, la admiran, elogian y recompensan más cuando el amado ama al amante, que cuando bel amante al amado, pues un amante es cosa más divina que un amado, ya que está poseído por un dios. Por esto también honraron más a Aquiles que a Alcestis y lo enviaron a las Islas de los Bienaventurados.
»En resumen, pues, yo, por mi parte, afirmo que Eros es, de entre los dioses, el más antiguo, el más venerable y el más eficaz para asistir a los hombres, vivos y muertos, en la adquisición de virtud y felicidad.
c»Tal fue, aproximadamente, el discurso que pronunció Fedro, según me dijo Aristodemo. Y después de Fedro hubo algunos otros de los que Aristodemo no se acordaba muy bien, por lo que, pasándolos por alto, me contó el discurso de Pausanias, quien dijo lo siguiente:
Jowett
Phaedrus began by affirming that Love is a mighty god, and wonderful among gods and men, but especially wonderful in his birth. For he is the eldest of the gods, which is an honour to him; and a proof of his claim to this honour is, that of his parents there is no memorial; neither poet nor prose–writer has ever affirmed that he had any. As Hesiod says:—
- ‘First Chaos came, and then broad–bosomed Earth,
- The everlasting seat of all that is,
- And Love.’
In other words, after Chaos, the Earth and Love, these two, came into being. Also Parmenides sings of Generation:
- ‘First in the train of gods, he fashioned Love.’
And Acusilaus agrees with Hesiod. Thus numerous are the witnesses who acknowledge Love to be the eldest of the gods. And not only is he the eldest, he is also the source of the greatest benefits to us. For I know not any greater blessing to a young man who is beginning life than a virtuous lover, or to the lover than a beloved youth. For the principle which ought to be the guide of men who would nobly live—that principle, I say, neither kindred, nor honour, nor wealth, nor any other motive is able to implant so well as love. Of what am I speaking? Of the sense of honour and dishonour, without which neither states nor individuals ever do any good or great work. And I say that a lover who is detected in doing any dishonourable act, or submitting through cowardice when any dishonour is done to him by another, will be more pained at being detected by his beloved than at being seen by his father, or by his companions, or by any one else. The beloved too, when he is found in any disgraceful situation, has the same feeling about his lover. And if there were only some way of contriving that a state or an army should be made up of lovers and their loves 1 , they would be the very best governors of their own city, abstaining from all dishonour, and emulating one Jowett1892: 179another in honour; and when fighting at each other’s side, although a mere handful, they would overcome the world. For what lover would not choose rather to be seen by all mankind than by his beloved, either when abandoning his post or throwing away his arms? He would be ready to die a thousand deaths rather than endure this. Or who would desert his beloved or fail him in the hour of danger? The veriest coward would become an inspired hero, equal to the bravest, at such a time; Love would inspire him. That courage which, as Homer says, the god breathes into the souls of some heroes, Love of his own nature infuses into the lover.
Love will make men dare to die for their beloved—love alone; and women as well as men. Of this, Alcestis, the daughter of Pelias, is a monument to all Hellas; for she was willing to lay down her life on behalf of her husband, when no one else would, although he had a father and mother; but the tenderness of her love so far exceeded theirs, that she made them seem to be strangers in blood to their own son, and in name only related to him; and so noble did this action of hers appear to the gods, as well as to men, that among the many who have done virtuously she is one of the very few to whom, in admiration of her noble action, they have granted the privilege of returning alive to earth; such exceeding honour is paid by the gods to the devotion and virtue of love. But Orpheus, the son of Oeagrus, the harper, they sent empty away, and presented to him an apparition only of her whom he sought, but herself they would not give up, because he showed no spirit; he was only a harp–player, and did not dare like Alcestis to die for love, but was contriving how he might enter Hades alive; moreover, they afterwards caused him to suffer death at the hands of women, as the punishment of his cowardliness. Very different was the reward of the true love of Achilles towards his lover Patroclus—his lover and not his love (the notion that Patroclus was the beloved one is a foolish error into which Aeschylus has fallen, for Achilles was surely the fairer of the two, fairer also than all the other heroes; and, as Homer informs us, he was still beardless, and younger far). And greatly as the gods honour the virtue of love, still Jowett1892: 180the return of love on the part of the beloved to the lover is more admired and valued and rewarded by them, for the lover is more divine; because he is inspired by God. Now Achilles was quite aware, for he had been told by his mother, that he might avoid death and return home, and live to a good old age, if he abstained from slaying Hector. Nevertheless he gave his life to revenge his friend, and dared to die, not only in his defence, but after he was dead. Wherefore the gods honoured him even above Alcestis, and sent him to the Islands of the Blest. These are my reasons for affirming that Love is the eldest and noblest and mightiest of the gods, and the chiefest author and giver of virtue in life, and of happiness after death.
Cousin
Voici donc à peu près, selon lui, quel fut le discours de Phèdre :
— « C’est un grand dieu que l’Amour, et véritablement digne d’être honoré des dieux et des hommes par beaucoup d’endroits, mais surtout à cause de son ancienneté : [178b] car il n’y a point de dieu plus ancien que lui. En voici la preuve : il n’a ni père ni mère. Jamais ni prosateur ni poète ne les a nommés. Hésiode met avant tout le Chaos;
Vient ensuite « La Terre au large sein, base inébranlable de toutes choses »;
Et l’Amour…
Par conséquent, Hésiode, fait succéder au Chaos la Terre et l’Amour. Parménide a dit de son origine : L’Amour est le premier dieu qu’il conçut. Acusilas a suivi le sentiment d’Hésiode. [178c] Ainsi, d’un commun consentement, il n’y a point de dieu qui soit plus ancien que l’Amour. Et c’est aussi de tous les dieux celui qui fait le plus de bien aux hommes. Car je ne connais pas de plus grand avantage pour un jeune homme que d’avoir un amant vertueux ; et pour un amant que d’aimer un objet vertueux. Il n’y a ni naissance, ni honneurs, ni richesses, rien enfin qui soit capable, comme l’Amour, d’inspirer à l’homme ce qu’il faut pour se bien conduire : [178d] je veux dire la honte du mal et l’émulation du bien ; et sans ces deux choses, il est impossible que ni un particulier, ni un état, fasse jamais rien de beau ni de grand. J’ose même dire que si un homme qui aime avait ou commis une mauvaise action, ou enduré un outrage sans le repousser, il n’y aurait ni père, ni parent, ni personne au monde devant qui il eût tant de honte de paraître [178e] que devant ce qu’il aime. Il en est de même de celui qui est aimé : il n’est jamais si confus que lorsqu’il est surpris en quelque faute par son amant. De sorte que, si par quelque enchantement un état ou une armée pouvait n’être composée que d’amants et d’aimés, il n’y aurait point de peuple qui portât plus haut l’horreur du vice et l’émulation de la vertu. [179a] Des hommes ainsi unis, quoique en petit nombre, pourraient presque vaincre le monde entier. Car il n’y a personne par qui un amant n’aimât mieux être vu abandonnant son rang ou jetant ses armes que par ce qu’il aime, et qui n’aimât mieux mourir mille fois que subir cette honte, à plus forte raison que d’abandonner ce qu’il aime et de le laisser dans le péril.
Il n’y a point d’homme si timide que l’Amour n’enflammât de courage et dont il ne fît alors un héros ; [179b] et ce que dit Homère que les dieux inspirent de l’audace à certains guerriers, on peut le dire plus justement de l’Amour, par rapport à ceux qui aiment. Il n’y a que parmi les amants que l’on sait mourir l’un pour l’autre. Non-seulement des hommes, mais des femmes même ont donné leur vie pour sauver ce qu’elles aimaient ; témoin Alceste, fille de Pélias : dans toute la Grèce il ne se trouva qu’elle qui voulût mourir pour son époux, quoiqu’il eût son père [179c] et sa mère. L’amour de l’amante surpassa de si loin leur amitié, qu’elle les déclara, pour ainsi dire, des étrangers à l’égard de leur fils ; il semblait qu’ils ne fussent ses proches que de nom. Aussi, quoiqu’il se soit fait dans le monde un grand nombre de belles actions, celle d’Alceste a paru si belle aux dieux et aux hommes, qu’elle a mérité une récompense qui n’a été accordée qu’à un très-petit nombre. Les dieux, charmés de son courage, lui rendirent avec l’âme de son époux la sienne propre : [179d] tant il est vrai qu’un amour noble et généreux se fait estimer des dieux mêmes ! Ils n’ont pas ainsi traité Orphée, fils d’Aeagre : ils l’ont renvoyé des enfers sans lui accorder ce qu’il demandait. Au lieu de lui rendre sa femme, qu’il venait chercher, ils ne lui en ont montré que le fantôme : car il manqua de courage, comme un musicien qu’il était.
Au lieu d’imiter Alceste, et de mourir pour ce qu’il aimait, il usa d’adresse, et chercha l’invention de descendre vivant aux enfers. Les dieux, indignés de sa lâcheté, ont permis enfin qu’il pérît par la main [179e] des femmes. Au contraire, ils ont honoré Achille, fils de Thétis, et l’ont placé dans les îles des bienheureux. Sa mère lui avait prédit que, s’il tuait Hector, il mourrait aussitôt après, mais que, s’il voulait ne le point combattre, il s’en retournerait à la maison de son père, et parviendrait à une longue vieillesse ; lui, ne balança point, préféra la vengeance de Patrocle à sa propre vie, [180a] et voulut non-seulement mourir pour son ami, mais même mourir sur le corps de son ami. Aussi les dieux, charmés de son dévouement, l’ont honoré pardessus tous les autres hommes. Eschyle se moque de nous, quand il nous dit que c’était Patrocle qui était l’aimé. Achille était plus beau non-seulement que Patrocle, mais que tous les autres héros ; il était encore sans barbe et beaucoup plus jeune, comme dit Homère. Mais véritablement si les dieux approuvent ce que l’on fait [180b] pour ce qu’on aime, ils estiment, ils admirent, ils récompensent tout autrement ce que l’on fait pour celui dont on est aimé. En effet, celui qui aime est quelque chose de plus divin que celui qui est aimé ; car il est possédé d’un dieu : de là vient qu’Achille a été encore mieux traité qu’Alceste, puisque les dieux l’ont envoyé, après sa mort, dans les îles des bienheureux. Je conclus que, de tous les dieux, l’Amour est le plus ancien, le plus auguste, et le plus capable de rendre l’homme vertueux et heureux durant sa vie et après sa mort.
[180c] Phèdre finit de la sorte. Aristodème passa par-dessus quelques autres dont il avait oublié les discours, et il vint à Pausanias, qui parla ainsi :Chambry
VI. — Phèdre, comme je l’ai dit d’après le rapport d’Aristodème, parla le premier et commença ainsi : « C’est un grand dieu qu’Éros , un dieu digne de l’admiration des hommes et des dieux, pour bien des raisons, mais surtout pour son origine. Il a l’honneur de compter parmi les dieux les plus anciens, et la preuve, c’est qu’il n’a ni père ni mère et que ni prosateur ni poète ne lui en attribuent ; mais Hésiode affirme que le Chaos exista d’abord, « puis la terre au large sein, éternel et sûr fondement de toutes choses, et Éros . »
Pour lui, c’est donc après le Chaos que naquir ent ces deux êtres : la Terre et Éros . D’un autre côté Parménide dit de la Génération : « Elle songea à Éros avant tous les dieux. » Acousilaos est du même sentiment qu’Hésiode. C’est ainsi que l’on s’accorde de différents côtés à voir dans Éros un des plus anciens dieux. Ce dieu si ancien est aussi un grand bienfaiteur pour l’humanité ; car je ne connais pas de plus grand bien pour un homme, dès qu’il entre dans l’adolescence, qu’un amant vertueux et pour un amant qu’un ami vertueux. Car il est un sentiment qui doit gouverner toute notre conduite, si nous voulons vivre honnêtement ; or ce sentiment, ni la parenté, ni les honneurs, ni les richesses, ni rien ne peut nous l’inspirer aussi bien que l’amour. Et qu’est-ce que j’entends par là ? C’est la honte du mal et l’émulation du bien ; sans cela, ni État , ni individu ne peut rien faire de grand ni de beau. Aussi j’affirme qu’un homme qui aime, s’il est surpris à commettre un acte honteux ou à supporter lâchement un outrage, sans se défendre, souffre moins d’être vu par un père, un camarade ou qui que ce soit que par celui qu’il aime ; et nous voyons de même que le bien-aimé ne rougit jamais si fort que devant ses amants, quand il est surpris à faire quelque chose de honteux. Si donc il y avait moyen de former un État ou une armée d’amants et d’aimés, on aurait la constitution idéale, puisqu’elle aurait pour base l’horreur du vice et l’émulation du bien, et s’ils combattaient ensemble, de tels hommes, en dépit de leur petit nombre, pourraient presque vaincre le monde entier. Un amant en effet aurait moins de honte d’abandonner son rang ou de jeter ses armes sous les regards de toute l’armée que sous les regards de celui qu’il aime ; il aimerait mieux mourir mille fois que de subir une telle honte. Quant à abandonner son ami ou à ne pas le secourir dans le danger, il n’y a point d’homme si lâche qu’Éros ne suffît alors à enflammer de courage au point d’en faire un vrai héros, et vraiment, ce que dit Homère, « que le dieu soufflait la vaillance à certains héros », Éros le fait de lui-même à ceux qui aiment.
VII. — Il est certain que les amants seuls savent mourir l’un pour l’autre, et je ne parle pas seulement des hommes, mais aussi des femmes. La fille de Pélias, Alceste, en fournit à la Grèce un exemple probant : seule elle consentit à mourir pour son époux, alors qu’il avait son père et sa mère , et son amour dépassa de si loin leur tendresse qu’elle les fit paraître étrangers à leur fils et qu’ils semblèrent n’être ses parents que de nom ; et sa conduite parut si belle non seulement aux hommes, mais encore aux dieux qu’elle lui valut une faveur bien rare. Parmi tant d’hommes, auteurs de tant de belles actions, on compterait aisément ceux dont les dieux ont rappelé l’âme de l’Hadès : ils rappelèrent pourtant celle d’Alceste par admiration pour son héroïsme : tant les dieux mêmes estiment le dévouement et la vertu qui viennent de l’amour !
Au contraire, ils renvoyèrent de l’Hadès Orphée, fils d’Oeagros, sans rien lui accorder, et ils ne lui montrèrent qu’un fantôme de la femme qu’il était venu chercher, au lieu de lui donner la femme elle-même, parce que, n’étant qu’un joueur de cithare, il montra peu de courage et n’eut pas le cœur de mourir pour son amour, comme Alceste, et chercha le moyen de pénétrer vivant dans l’Hadès ; aussi les dieux lui firent payer sa lâcheté et le firent mettre à mort par des femmes. Au contraire, ils ont honoré Achille, fils de Thétis, et l’ont envoyé dans les îles des Bienheureux parce que, prévenu par sa mère qu’il mourrait, s’il tuait Hector, et qu’il reverrait son pays, s’il ne le tuait pas, et y finirait sa vie, chargé d’années , il préféra résolument secourir son amant, Patrocle, et non seulement mourir pour le venger, mais encore mourir sur son corps. Aussi les dieux charmés l’ont-ils honoré par-dessus tous les hommes, pour avoir mis à si haut prix son amant. Eschyle nous fait des contes quand il affirme que c’est Achille qui aimait Patrocle , Achille, qui l’emportait en beauté, non seulement sur Patrocle, mais encore sur tous les héros , qui était encore imberbe et qui, au dire d’Homère, était de beaucoup le plus jeune. Si réellement les dieux honorent hautement la vertu inspirée par l’amour, ils admirent, ils aiment, ils comblent encore davantage le dévouement de l’ami pour l’amant que celui de l’amant pour son ami ; l’amant en effet est plus près des dieux que l’ami, puisqu’il est possédé d’un dieu . C’est pour cela qu’ils ont honoré Achille plus qu’Alceste, en l’envoyant dans l’île des Bienheureux.
Je conclus qu’Éros est de tous les dieux le plus ancien, le plus honoré, le plus capable de donner la vertu et le bonheur aux hommes soit durant leur vie, soit après leur mort. »
domínio público
Primeiramente, tal como agora estou dizendo, disse ele que Fedro começou a falar mais ou menos desse ponto, “que era um grande deus o Amor, e admirado entre homens e deuses, por muitos outros títulos e sobretudo por sua origem. Pois o ser entre os deuses o mais antigo é honroso, dizia ele, e a prova disso é que genitores do Amor não os há, e Hesíodo afirma que primeiro nasceu o Caos — … e só depois Terra de largos seios, de tudo assento sempre certo, e Amor…
Diz ele então que, depois do Caos foram estes dois que nasceram, Terra e Amor. E Parmênides diz da sua origem bem antes de todos os deuses pensou em Amor.
E com Hesíodo também concorda Acusilau. Assim, de muitos lados se reconhece que Amor é entre os deuses o mais antigo. E sendo o mais antigo é para nós a causa dos maiores bens. Não sei eu, com efeito, dizer que haja maior bem para quem entra na mocidade do que um bom amante, e para um amante, do que o seu bem-amado. Aquilo que, com efeito, deve dirigir toda a vida dos homens, dos que estão prontos a vivê-la nobremente, eis o que nem a estirpe pode incutir tão bem, nem as honras, nem a riqueza, nem nada mais, como o amor. A que é então que me refiro? À vergonha do que é feio e ao apreço do que é belo. Não é com efeito possível, sem isso, nem cidade nem indivíduo produzir grandes e belas obras. Afirmo eu então que todo homem que ama, se fosse descoberto a fazer um ato vergonhoso, ou a sofrê-lo de outrem sem se defender por covardia, visto pelo pai não se envergonharia tanto, nem pelos amigos nem por ninguém mais, como se fosse visto pelo bem-amado. E isso mesmo é o que também no amado nós notamos, que é sobretudo diante dos amantes que ele se envergonha, quando surpreendido em algum ato vergonhoso. Se por conseguinte algum meio ocorresse de se fazer uma cidade ou uma expedição de amantes e de amados, não haveria melhor maneira de a constituírem senão afastando-se eles de tudo que é feio e porfiando entre si no apreço à honra; e quando lutassem um ao lado do outro, tais soldados venceriam, por poucos que fossem, por assim dizer todos os homens. Pois um homem que está amando, se deixou seu posto ou largou suas armas, aceitaria menos sem dúvida a ideia de ter sido visto pelo amado do que por todos os outros, e a isso preferiria muitas vezes morrer. E quanto a abandonar o amado ou não socorrê-lo em perigo, ninguém há tão ruim que o próprio Amor não o torne inspirado para a virtude, a ponto de ficar ele semelhante ao mais generoso de natureza; e sem mais rodeios, o que disse Homero “do ardor que a alguns heróis inspira o deus”, eis o que o Amor dá aos amantes, como um dom emanado de si mesmo.
E quanto a morrer por outro, só o consentem os que amam, não apenas os homens, mas também as mulheres. E a esse respeito a filha de Pélias, Alceste, dá aos gregos uma prova cabal em favor dessa afirmativa, ela que foi a única a consentir em morrer pelo marido, embora tivesse este pai e mãe, os quais ela tanto excedeu na afeição do seu amor que os fez aparecer como estranhos ao filho, e parentes apenas de nome; depois de praticar ela esse ato, tão belo pareceu ele não só aos homens mas até aos deuses que, embora muitos tenham feito muitas ações belas, foi a um bem reduzido número que os deuses concederam esta honra de fazer do Hades subir novamente sua alma, ao passo que a dela eles fizeram subir, admirados do seu gesto; é assim que até os deuses honram ao máximo o zelo e a virtude no amor. A Orfeu, o filho de Eagro, eles o fizeram voltar sem o seu objetivo, pois foi um espectro o que eles lhe mostraram da mulher a que vinha, e não lha deram, por lhes parecer que ele se acovardava, citaredo que era, e não ousava por seu amor morrer como Alceste, mas maquinava um meio de penetrar vivo no Hades. Foi realmente por isso que lhe fizeram justiça, e determinaram que sua morte ocorresse pelas mulheres; não o honraram como a Aquiles, o filho de Tétis, nem o enviaram às ilhas dos bem-aventurados; que aquele, informado pela mãe de que morreria se matasse Heitor, enquanto que se o não matasse voltaria à pátria onde morreria velho, teve a coragem de preferir, ao socorrer seu amante Pátroclo e vingá-lo, não apenas morrer por ele mas sucumbir à sua morte; assim é que, admirados a mais não poder, os deuses excepcionalmente o honraram, porque em tanta conta ele tinha o amante. Que Ésquilo sem dúvida fala à toa, quando afirma que Aquiles era amante de Pátroclo, ele que era mais belo não somente do que este como evidentemente do que todos os heróis, e ainda imberbe, e além disso muito mais novo, como diz Homero. Mas com efeito, o que realmente mais admiram e honram os deuses é essa virtude que se forma em torno do amor, porém mais ainda admiram-na e apreciam e recompensam quando é o amado que gosta do amante do que quando é este daquele. Eis por que a Aquiles eles honraram mais do que a Alceste, enviando-o às ilhas dos bem-aventurados.
Assim, pois, eu afirmo que o Amor é dos deuses o mais antigo, o mais honrado e o mais poderoso para a aquisição da virtude e da felicidade entre os homens, tanto em sua vida como após sua morte.”
De Fedro foi mais ou menos este o discurso que pronunciou, no dizer de Aristodemo; depois de Fedro houve alguns outros de que ele não se lembrava bem, os quais deixou de lado, passando a contar o de Pausânias.