Enéada VI, 6, 11 — A década em si não é senão um conjunto de unidades

11. Podría argüirse quizá que la década no es otra cosa que una repetición determinada de la unidad. Pero si se concede realidad a la unidad, ¿por qué no conceder también que puede darse, no sólo una unidad, sino incluso diez? ¿Cómo admitir la existencia para una unidad y no para las otras? No convendría seguramente uncir una unidad a cada uno de los seres, porque en ese caso no acontecería que cada ser fuese uno. Si conviene, pues, que cada uno de los seres sea uno, admitiremos entonces una unidad común. He aquí una naturaleza única que se afirma de varias cosas; de ella decimos que debe existir en sí misma antes de hacerse visible en una pluralidad. Si la unidad se da en una cosa y luego de nuevo en otra, habrá que admitir que no es una sola unidad la que posee la existencia, sino una pluralidad de ellas; o si sólo se estima como existente la primera unidad, la daremos como unida, bien al ser absoluto, bien al Uno absoluto. En el primer caso, las otras unidades tendrán de común el nombre con la primera, pero no podrán ordenarse con ella; y así, el número se compondrá de unidades no semejantes y éstas a su vez manifestarán diferencias en tanto que unidades. En el segundo caso, ¿podría suponerse que el Uno absoluto tenga necesidad de esta unidad para ser uno? Si los dos casos resultan imposibles, necesariamente se dará un uno que sea tan sólo y simplemente el uno, esto es, que aparezca separado de todo por su misma esencia, antes incluso de que se le haya dicho, y ni siquiera pensado, referido a una cosa. Si el uno tiene existencia real en este mundo, prescindiendo del objeto al que se aplique, ¿por qué no podrá venir también a la existencia una nueva unidad? De existir separadamente, habrá que admitir varias unidades que componen un uno múltiple. Mas, si la naturaleza engendra las unidades de una manera sucesiva y si, al avanzar en esta generación, no se detiene en cada una de las unidades que origina, cual si se forzase y limitase con su producción particular, es claro que engendrará los números inferiores en el curso de su marcha, pero a la vez, llevada de su propio movimiento, no sobre objetos diferentes, sino sobre esos movimientos que en ella misma se dan, producirá los números más altos. A cada número se hará adecuada una multiplicidad de seres, porque ella conoce a cada uno de los seres y sabe que si no correspondiesen a un determinado número, o bien no existirían o bien sobrepasarían el número, careciendo entonces de medida y de proporción.

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