11 Y mientras somos niños, actúan las potencias resultantes del compuesto, mas es escasa la luz de las de arriba que lo iluminan. Pero cuando éstas están inactivas en nosotros, dirigen su actividad a lo alto; en nosotros actúan cuando llegan hasta la parte intermedia1.
—Pues ¿qué? ¿Es que el «nosotros» no incluye lo anterior a ésta?
—Sí, pero ha de haber percepción consciente. Porque no siempre nos valemos de cuanto tenemos, sino cuando orientamos la parte intermedia hacia arriba o hacia abajo; o sea, cuando nos valemos de cuanto reducimos de potencia o hábito o acto.
—Y las bestias, ¿cómo están en posesión del animal?
—Según. Caso de que, como se dice2, habiten en ellas almas humanas que hayan pecado, toda la parte del alma que está separada no pasa a ser pertenencia de las bestias, sino que, estando presente, no está presente para ellas3, sino que la consciencia no abarca más que la imagen del alma junto con el cuerpo. Su cuerpo es, pues, tal cual es el cualificado por una imagen de alma. Pero si en la bestia no penetró ninguna alma de hombre, se convierte en tal animal de tal especie en virtud de un destello emanado del Alma total4.
Aquí la parte intermedia se refiere no a la raciocinativa, sino a la imaginativa, centro de la consciencia (Introd. gen., secc. 68). ↩
En la teoría pitagórico-platónica de la transmigración, aceptada por Plotino (III 3, 4, 41-43; III 4, 2, 16-30; VI 7, 6, 33-36). ↩
Es decir, está presente, pero no activamente presente. ↩
Este destello es la imagen del alma, sólo que, en el caso de las bestias, proviene del Alma cósmica. ↩