Igal: Tratado 30 (III, 8) — Sobre a Natureza, a Contemplação e o Uno

Por su originalidad y profundidad, el presente tratado es uno de los favoritos de los estudiosos de Plotino Ya hemos indicado repetidamente que, originariamente, formaba parte de un magno escrito antignóstico del segundo período (Vida 5, 26-34), constituido por cuatro tratados arbitrariamente distribuidos en la edición porfiriana: III 8, V 8, V 5 y II 9 2. El mismo Porfirio deja traslucir la dificultad de ubicar III 8 en la Enéada III, supuestamente de carácter cosmológico J. Para entender el carácter y la estructura de la tetralogía antignóstica, hay que tener en cuenta que los lectores en los que pensaba su autor al componerla no eran tanto los gnósticos mismos cuanto los miembros de su propia escuela. Por eso, está concebida como un antídoto: había que inmunizarlos de la tentadora «gnosis» con una «contragnosis»; había que contrarrestar las fantásticas Revelaciones que esgrimían los gnósticos con la «revelación» sencilla de los sublimes misterios del platonismo. Y, de hecho, los tres primeros tratados de la tetralogía presentan el carácter de una revelación gradual, siguiendo el método ascensional adoptado, en contextos similares, por el propio Platón, en forma de tríptico: 1) ante todo, la revelación de la realidad como constituida por una escala ascendente de grados de contemplación (tema de Eneada-III-8-1|III 8, 1-8); 2) a continuación, la revelación del mundo inteligible como preliminar a la gran revelación del UnoBien a partir de la unidualidad, unimultiplicidad y boniformidad de la segunda Hipóstasis (tema de III 8, 9-11) y a partir de la Belleza del mundo inteligible (tema de V 8) y de la Verdad de la Inteligencia (tema de V 5, 1-3); 3) finalmente, como culminación de todo el proceso ascendente, la grandiosa revelación del primer Principio, primero como Uno y luego como Bien (tema de V 5, 4-13). Sólo entonces y tras una recapitulación, esta vez en orden descendente (II 9, 1-3), se apresta Plotino a impugnar selectivamente algunas de las tesis de los gnósticos, tal como hemos indicado en la introducción a II 9.